Me adentré en este libro de puntillas, acariciando las letras con suavidad y superficialidad porque me llamaba mucho la atención la gran cantidad de críticas que ha ido cosechando con los años, pero ¿un protagonista que no siente? ¿Cómo iba a encajar yo que prefiero la introspección a saco y los sentimientos arrolladores? ¿Cómo iba a entender a un personaje al que ni siquiera entendían los que le rodeaban? Y luego seguí adentrándome en el resto de capítulos, cortos, concisos, rápidos, afilados como la hoja de un cuchillo y ni siquiera fui consciente del momento en el que esta historia me tragó entera y por completo, no advertí el momento en el que sentía TODO lo que el protagonista no podía sentir. Y joder cómo ha dolido.
Tiene escenas muy duras y crueles. Considero que no es un libro para los más aprensivos porque lo he pasado fatal con esas escenas, especialmente al ser descritas sin la emoción y sintiéndolo en mi cuerpo multiplicado por mil.
Lo definen como un «coming of age» y, aunque nunca he termina de pillar qué es lo que significa, creo que encaja en ello, habla de la vida de un chico desde que es pequeños, los años de médicos que le dicen que sus amígdalas tienen el tamaño de almendras, un niño sin risas, sin lágrimas, sin miedo... Valiente, temerario, frío, extraño, el chico raro que no siente... en los años de adolescencia las palabras para describirlo le persiguen, pero ¿qué le puede importar a alguien que no siente? Solo son palabras, palabras de las que acaban por cansarse porque ¿qué sentido tiene meterse con alguien que no reacciona, al que no le importa? Hasta que llega alguien a quien le importa, porque ese alguien desearía, anhelaría... no sentir, porque así no le harían daño, así no tendría que fingir que es fuerte, no tendría que demostrar que no le importa, no tendría que actuar como un matón al que le falta la frialdad para serlo.
Y ahí surge una amistad. Desproporcionada y muy extraña. Quizás como todas las amistades si se miran desde otra perspectiva. Al final y en el fondo, lo que importa es lo que les une, aunque solo sea un asomo de emoción y no una emoción verdadera.
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