George Sand: Hija del siglo de
Séverine Vidal
¿Cuántas veces, al principio de la noche, al salir la luna o en los albores del día, cuántas veces, en el silencio de medianoche y en ese otro silencio tan abrumador del mediodía, tan inquieto, tan devorador, no he sentido mi corazón precipitarse hacia un objetivo desconocido, hacia una felicidad sin forma ni nombre, que está en el cielo, que está en el aire, que está en todas partes como un amante invisible, como el amor? Y sin embargo, Sténio, no es amor; vos lo creéis, vos que no sabéis nada y lo esperáis todo; yo que lo sé todo, que sé qué hay más allá del amor, del deseo, las necesidades, las esperanzas que no se apagan; sin esto, ¿qué sería el hombre? ¡Le han concedido tan pocos días para amar sobre la tierra!