Diarios: A ratos perdidos 1 y 2 de Rafael Chirbes
Podemos perdonarlo todo, mientras no veamos a las víctimas, ¿todavía no has aprendido eso?
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Diarios: A ratos perdidos 1 y 2 de Rafael Chirbes
Podemos perdonarlo todo, mientras no veamos a las víctimas, ¿todavía no has aprendido eso?
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Diarios: A ratos perdidos 1 y 2 de Rafael Chirbes
Lo realmente desconocido no atrae, lo que atrae es lo intuido. Se siente atraído por algo quien intuye una nueva parcela de realidad y tiene que darle expresión para que salga a la luz. Tanto en el arte como en la ciencia, el problema se reduce a crear nuevos vocablos que nos adentren en el bosque de la realidad. Aquel que persigue buscar para el arte exclusivamente nuevas formas sin tener eso en cuenta, crea sensaciones pero no arte.
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La caída de Madrid de Rafael Chirbes
Yo creía que España se había paralizado a la espera de que volviéramos, que todo seguía igual, con un vacío en algún lugar que nosotros llenaríamos, pero no, no es así. España ha cambiado, ya no es nuestra, es de ellos. Quién crees tú que puede. Hay una juventud, una juventud que han formado ellos, que es parte de ellos aunque se les oponga. Son los anticuerpos que ellos mismos han creado para salvarse cuando enfermen de verdad, la vacuna para que el país siga siendo suyo. Esta España de ellos no me interesa para nada. Que se la queden y les aproveche.
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Los disparos del cazador de Rafael Chirbes
Uno se ensucia para evitarles a los hijos que tengan que hacerlo, y ellos estudian idiomas, escuchan música, conocen las playas de Normandía, llevan jerséis de cachemir y pasan sus vacaciones en cualquier país exótico; y entonces empieza a dolerte esa inocencia que has cultivado, porque es la que los está alejando de ti.
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La buena letra de Rafael Chirbes
Nos habíamos convertido en mulos de noria. Empujábamos, ciegos y mudos, buscando sobrevivir, y, a pesar de que nos dábamos todo unos a otros, era como si sólo el egoísmo nos moviese. Ese egoísmo se llamaba miseria. La necesidad no dejaba ningún resquicio para los sentimientos. Lo veíamos a nuestro alrededor.
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Paris-Austerlitz de Rafael Chirbes
Formó parte de la escenografía de la crisis amorosa, con su contaminante secuela de culpa.
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Paris-Austerlitz de Rafael Chirbes
El calor de las resistencias empañaba los cristales, marcando la diferencia entre dentro (nosotros) y el exterior: la ciudad, el mundo, con sus uñas, con sus dientes. Los muros que los propietarios coronan con pedazos de botellas rotas.
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Crematorio de Rafael Chirbes
Vivir más para sufrir más. Nadie encuentra alivio en los últimos años de vida, que son siempre amargos, o, en el mejor de los casos, inanes: amargura que se añade a la amargura, o inanidad, demencia, que, al fin y al cabo, quizás sea lo mejor.
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Crematorio de Rafael Chirbes
El hombre se humaniza cuando se levanta a dos patas para mirar de frente un cuadro colgado en la pared de un museo, o cuando se dobla para sentarse en una silla y, antes de desmoronarlo con la primera embestida de la cuchara, contempla un instante el plato que acaban de servirle y admira el montaje, la presentación, y acerca un instante la nariz para capturar sus aromas. Adiós al mano, te presento al hombre.
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Crematorio de Rafael Chirbes
Matías bromeaba con él, y le decía: Si odias tanto la literatura, ¿para qué escribes?, y él le respondía con aquello que Charlot le decía a Claire Bloom — creí que odiaba usted el teatro— en Candilejas: También odio la sangre, pero me corre por las venas. No busques más explicación. Eso que tanto odiamos en lo que hay dentro. Esos elementos son nuestra vida [...]
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Los nombres de personajes en un libro aparecen: