Los disparos del cazador

Parece que cuando ya han pasado nuestros mejores años y vemos próximo el final de nuestros días, puede ser un buen momento para hacer balance. al menos así le debió parecer a Carlos, el protagonista de esta novela que siente la necesidad de reflejar por escrito sus impresiones más íntimas, sin tener claro quien pueda ser el destinatario final de su impulso de dejar constancia de su personal visión de los hechos.

Carlos es hijo de un maestro republicano, preso al acabar la guerra (sic), y que Don Vicente Romeu (hombre destacado y con gran influencia) saca de la cárcel para darle trabajo llevando la contabilidad de sus negocios. El joven Carlos conoce al hijo de la familia Romeu (Manolo), que le encarga pequeñas tareas hasta que el avance de una fatal enfermedad en la que Manolo se irá viendo físicamente limitado , conlleva que la relación se vaya estrechando hasta el punto de convertirle en su persona de confianza. Esta estrecha relación y la presencia de Carlos en el círculo familiar dará lugar a la futura afinidad con la hija de la familia Romeu, Eva. Relación que nunca será aceptada ni comprendida, la gente murmura y tanto los padres de uno y otra desaprueban esa unión. Ninguno de ellos asistirán a la boda, celebrada a primera hora para no llamar demasiado la atención y para cumplir el trámite necesario para no incurrir en una unión pecaminosa.

Se hace necesario buscar nuevos horizontes, salir del cerrado círculo de Misent (lugar ficticio y utilizado por Chirbes en otras novelas) y Madrid parece un lugar apropiado. Con excasas pertenencias, poco dinero y los contactos que Manolo les indica, tratan de abrirse camino en tiempos inciertos y cargados de dificultades. Pero Carlos es persona decidida, trabajadora y ambiciosa, muy ambiciosa y con negocios de dudosa legalidad en un principio y de más envergadura a medida que va progresando, consiguen afianzarse en una acomodada posición.

Pero tras una exitosa carrera profesional, se esconden otros aspectos, no tan felices ni dichosos. El no poder volver a restablecer el contacto con su padre, el desprecio y frío trato de sus suegros, la pérdida de su hija y el alejamiento por diferencias de carácter con su hijo lastran su aparente éxito para añadir una buena dosis de amargura. Su estable y duradera relación matrimonial con Eva, acaba por convertirse en una tapadera, donde ambos se sienten cómodos pero que sin embargo no acaba de ser totalmente satisfactoria.

Es en esa parte del relato donde el protagonista no esconde sus deseos más íntimos, esa búsqueda fuera del matrimonio de otras sensaciones más arriesgadas, más excitantes. Reconoce al menos dos amantes con una duración en el tiempo, compañeras de viajes al extranjero y de encuentros amorosos en un apartamento adquirido para tal fin. Dos amantes y múltiples encuentros ocasionales en los que dar rienda suelta a los aspectos más liberales y salvajes de su deseo, de su deseo sexual y de su deseo de manifestar su poder, de llegar a sentirse en la cima. Resultado de ese anhelo es también la construcción de una espléndida vivienda en Misent, el lugar natal del que tuvo que partir, en el lugar preferido por su ya desaparecido cuñado, próximo al mar y en situación privilegiada.

A pesar de reconocer todas esas licencias, Carlos se atribuye el mérito de haber sido concienzudamente discreto, de haber mantenido a salvo el estado de su unión con Eva y haber posibilitado que su familia alcanzará lo más altos grados de comodidad. Aunque cuando reflexiona sobre su vida, piensa que quizás podría haber actuado de otra manera en determinadas facetas, quizás...

En una parte de la novela se establece cierto paralelismo entre la figura del cazador tradicional y la del conquistador mujeriego, como una búsqueda innata de sensaciones ancestrales y primitivas, la sensación de sentirse vivo, de sentirse importante, de sentirse joven.

Con una prosa inteligente y amena, Chirbes compone un excelente relato donde sabe jugar con los tiempos para ir desvelando partes de la historia y facetas de los personajes que contribuyen a completar un relato personal muy humano y que deja buen sabor de boca.

“Vuelve la memoria como un enemigo al que nunca se derrota.”

Cuando uno se dispone a leer otra novela de Rafael Chirbes ya sabe que se encontrará con el relato de un pedacito de la historia reciente de este país contado a través de un personaje arquetipo de alguno de sus ciudadanos predilectos, esa gente de bien que dicen ahora algunos. Será una parte de la vida de esos hombres y mujeres que solo pueden aparecer en las novelas y en autores que, como el valenciano, están preocupados por la desmemoria de la historia y todavía más por todo aquello que en ella nunca aparecerá.

Chirbes la escribió en unos tiempos, no muy lejanos y tampoco tan raros, solo hay que ver quiénes son los modelos de muchos de los jóvenes de hoy, en los que se mitificaba la riqueza y a los que la acumulaban sin importar mucho su procedencia. Lo chocante era que quién impulsaba ese estado de cosas en aquellos años eran los socialistas, esos que se vanagloriaban de una España en la que era muy fácil hacerse rico, justo los herederos políticos de los perdedores de la guerra (representado en la figura del padre del protagonista), de los perseguidos y asesinados en la posguerra, época en la que, como se cuenta en la novela, también se produjeron muchos enriquecimientos fulminantes basados en una construcción desaforada, como es el caso del protagonista y narrador de esta historia.

“… busqué condensar las heridas que dejó la guerra, las traiciones, los cambios de bando, la ilegitimidad de la riqueza acumulada durante todos aquellos años, pero también el sufrimiento, la lucha por la dignidad de los vencidos. La ilegalidad. Sobre todo, quería dejar constancia de eso: de la tremenda ilegalidad sobre la que se asentaba cuanto estábamos construyendo.” (Del prólogo del autor a la edición de Anagrama en la colección “Otra vuelta de tuerca”)

La novela está narrada en primera persona, lo cual tiene su mérito. Chirbes es un maestro en decir lo que quiere sin que suene inverosímil en la boca del prócer de turno; que este, jactándose de su persona y de sus logros, haga un autorretrato verosímil, por auto y por retrato, de su miserable condición.

Un engreimiento entremezclado con el dolor por un tiempo pasado, por lo perdido a lo largo de los años…

“¿Qué otra utilidad sino la del sufrimiento tiene la emoción de los recuerdos si nada de cuanto nos transmiten ha de volver? Intento imaginarme cómo sería el silencio de las noches en mi habitación si no hubiera recuerdos, sólo oscuridad, o la luz eléctrica alumbrando callada los objetos desnudos de cualquier significado que no fuera su uso… Y me pregunto por qué no puede haber recuerdos sin memoria."


… y con el rencor acumulado hacia su padre por despreciarle, hacia su familia política porque nunca lo aceptaron, por la humillación constante de que era víctima, y, sobre todo, hacia su mujer y sus hijos (estos últimos como representantes de esa generación, de la que el autor formaba parte y que tanto le dolía, que cambiaron “ideología por bienestar… verdad por dinero”) por su altivez, por su traición, porque, sin dejar de aprovecharse de la fortuna familiar que él acumuló desde la nada, la desdeñaban, como despreciaban su incultura, sus modos, sus chanchullos, su zafiedad.

"Se lo escuché decir en una ocasión a mi suegro: «Uno se pasa la primera mitad de la vida vistiéndose, y la segunda desnudándose». Ahora entiendo lo que quería decir, y sé que uno no se desnuda fácil ni ordenadamente, sino que lo hace con brusquedad, dejándose jirones sobre el cuerpo. A esos pedazos que se nos enredan entre las piernas y nos impiden caminar con libertad en la segunda parte de nuestra vida los llamamos memoria. La desnudez deseada sería el olvido."

Desde la vejez y una muerte cercana nuestro protagonista se abre en canal y saca a relucir todas sus proezas y miserias,ya sin nada que perder.Va hilando todo su pasado,del cual está obsesionado,quizás por no haber sido una persona integra y haber descubierto en el diario de su hijo lo que realmente pensaban de el,podría decirse que busca un perdón que lo haga sentir mejor,aún sabiendo de las fechorías realizadas a lo largo de los años. Muy interesante las reflexiones sobre la muerte, la soledad y lo efímera que es la vida. Una excelente novela,amena y cercana.La historia de toda una vida resumida en pocas palabras.