Pilar Rodríguez-Castillos

(...) ya no quería perdonarle nada porque había llegado a ese punto en que algunas mujeres no tienen espacio para el perdón ni para la compasión.

—Las palabras tienen alma, Sofía. Y te abren las puertas a mundos que ni imaginarías visitar.

Se acostumbró a presenciar cómo la joven Arcaica se vengaba de todos los deslices, estupideces y fallos de su padre, y de todos los hombres de la historia de la humanidad, en la figura de Primo, al que estrangulada con deleite sin llegar a matarlo nunca del todo, y haciéndolo responsable de todo lo que no tenía en su vida, que eran pocas cosas o muchas según se mirara, con sus largos silencios de reprobación y sus rechazos solapados que continuamente tensaban el ambiente.

—La conclusión importante, en definitiva, mujeres, es que ni el pasado, ni las creencias, ni nuestros orígenes, y nuestra propia sensibilidad deberían poder condicionar nuestros actos del presente. Inevitablemente, todas tenemos factores condicionantes, que pueden marcarnos. O no. En el fondo, esa es una decisión personal. ¡Es crucial que os deis cuenta de esta parte!

Inevitablemente, cuando abría el libro de turno, era como si aquel hombre se precipitara en el túnel qué Carroll creo para la dulce Alice.

Ese día conoció la incertidumbre, la falta de pertenencia y la soledad. Aunque no habría sabido nombrar a ninguna. Todavía era demasiado joven para saber que tardaría casi toda una vida en comprender algo de lo que estaba sucediendo, aunque fuera apenas solo un poco.

A pesar del cinturón de seguridad que la apretaba contra el respaldo, Nova se sentía como si estuviera de puntillas en el borde de un precipicio, empujada por fuerzas invisibles, frente a una enorme boca apunto de tragársela entera.