El niño de oro de Penelope Fitzgerald
A diferencia de lo que ocurre con el odio, nuestras reservas de paciencia son limitadas.
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El niño de oro de Penelope Fitzgerald
A diferencia de lo que ocurre con el odio, nuestras reservas de paciencia son limitadas.
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La librería de Penelope Fitzgerald
A veces pienso que el hombre y la mujer no son precisamente lo más adecuado el uno para el otro.
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La librería de Penelope Fitzgerald
-¿Por qué cree que abrir una librería es inverosímil? -le gritó al viento-. ¿La gente de Hardborough no quiere comprar libros? -Han perdido el deseo por las cosas raras -dijo Raven mientras seguía limando-. Se venden más arenques ahumados, por ejemplo, que truchas que están medio ahumadas y tienen un sabor más delicado. Y no me diga usted que los libros no constituyen una rareza en sí mismos. (cap. 1)
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La librería de Penelope Fitzgerald
Christine era implacable. Sólo encontraría consuelo si causaba dolor.
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La librería de Penelope Fitzgerald
El Mar del Norte despedía un olor brutal a sal, limpio y putrefacto a la vez.
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La librería de Penelope Fitzgerald
Pero aquél era su hogar y el de sus libros, y allí se quedarían todos juntos.
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La librería de Penelope Fitzgerald
Deje que le diga qué es lo que admiro del ser humano. Lo que más valoro es la virtud que comparten con los dioses y con los animales, y que, por tanto, no debería considerarse una virtud. Me refiero al coraje.
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La librería de Penelope Fitzgerald
Le habría gustado tener el poder para que aprobaran una ley por la que se asegurara que aquel hombre nunca volviera a ser infeliz.
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La librería de Penelope Fitzgerald
Los Everyman, con su dignidad raída, parecían enfrentarse a ellos lanzándoles miradas de reproche.
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La librería de Penelope Fitzgerald
Un buen libro es la preciosa savia del alma de un maestro, embalsamada y atesorada intencionadamente para una vida más allá de la vida.
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La librería de Penelope Fitzgerald
Dicen por ahí que está usted a punto de abrir una librería. Eso significa que no le importa enfrentarse a cosas inverosímiles.
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La librería de Penelope Fitzgerald
Es un buen libro y, por lo tanto, debería intentar vendérselo a los habitantes de Hardborough. No lo entenderán, pero será mejor así. Entender las cosas hace que la mente se vuelva perezosa.
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La librería de Penelope Fitzgerald
"Un buen libro es la preciosa savia del alma de un maestro, embalsamada y atesorada intencionadamente para una vida más allá de la vida y, como tal, no hay duda de que debe ser un artículo de primera calidad"
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La librería de Penelope Fitzgerald
Andar un poco más playa arriba, significaba hundirse a cada paso. La arena mojada y las piedras se desmoronaban como si no estuvieran dispuestas a soportar su propio peso, y luego se elevaban de nuevo rezumando, para llenar las piedras de agua resplandeciente. Dejar una huella de cualquier tipo constituía un logro exultante.
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La librería de Penelope Fitzgerald
Fue el empeño y decisión de Florence de abrir una librería en un lugar que no estaba preparado para dicho menester.
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La librería de Penelope Fitzgerald
Deje que le diga qué es lo que más admiro del ser humano. Lo que más valoro es la virtud que comparten con los dioses y con los animales, y que, por tanto, no debería considerarse una virtud. Me refiero al coraje. Usted, señora Green, tiene esa cualidad en abundancia.
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La librería de Penelope Fitzgerald
—He tenido tiempo de sobra para tomar la mía. Pero nunca he tenido problemas para llegar a una conclusión. Deje que le diga qué es lo que admiro del ser humano. Lo que más valoro es la virtud que comparten con los dioses y con los animales, y que, por tanto, no debería considerarse una virtud. Me refiero al coraje. Usted, señora Green, tiene esa cualidad en abundancia. |
La librería de Penelope Fitzgerald
Un buen libro es la preciosa savia del alma de un maestro, embalsamada y atesorada intencionadamente para una vida más allá de la vida y, como tal, no hay duda de que debe ser un artículo de primera necesidad.
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La librería de Penelope Fitzgerald
No le importó tanto como creía. Suponía una derrota, pero la derrota es mejor recibida cuando al menos uno está cansado.
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Moby Dick, Herman Melville