Mercedes Halfon
Importa poco no saber orientarse en una ciudad. Perderse, en cambio, en una ciudad como quien se pierde en el bosque, requiere aprendizaje.
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Calificación promedio: 5 (sobre 9 calificaciones)
/Tengo la sensación de inventarme una respuesta diferente cada vez que me hago esta pregunta. En mi casa familiar siempre hubo muchos libros, una gran biblioteca, aunque con muy poca ficción, porque mis padres se dedicaron a la Historia. Siempre me gustó leer, asique de algún modo me conseguía el material, libros o revistas, que me prestaban unas vecinas o cada tanto un libro que me compraban; recuerdo particularmente una saga de novelas infantiles de una familia de detectives llamados Los Hollister. Entonces lo primero que intenté escribir, de niña, fue una novela de detectives, inspirado en esas historias. Recuerdo que empecé a escribir en la primera hoja de un cuaderno y terminé el la última, lo que me dio la fuerte impresión de haber terminado un libro. Pero el impulso más intenso, más revelador, creo que llegó en la adolescencia y con la escritura de poesía.
Creo que la pregunta por la veracidad autobiográfica de un texto que se presenta como novela, a esta altura, debería repensarse un poco, de algún modo toda literatura mezcla la vida con la literatura, en distintas proporciones, más o menos explícitamente, por lo menos la que me interesa. Reconozco que mis personajes pueden parecerse a quien los escribe pero al pasar a integrar un texto se independizan y cambian, se vuelven literatura. Hay diversos niveles de verdad que se van entrelazando: lo autobiográfico o propio que puedo introducir en una novela no son solo los hechos vividos por mí, sino también los pensamientos, las obsesiones, las lecturas, que aparecen a la hora de escribir o que me atraviesan en ese momento. El trabajo de los ojos partió de una perspectiva autobiográfica, porque quería narrar mis problemas de la vista –son muchos y los tengo desde siempre— y ponerlos a dialogar con otras cosas, otros personajes que se dedicaron a investigar cuestiones oftalmológicas. Obviamente en la construcción del texto esa premisa biográfica se fue modificando, moldeando, alimentando de otros elementos, incluso perdiendo. En Diario pinchado quizás las proporciones estén invertidas, partí de una idea más ficcional –una chica que viaja a Berlín a encontrarse con un novio escritor que está becado-- si bien me nutrí de un viaje real que hice en 2015 a Berlín donde llevé un diario de visitas a museos y teatros.
Hay un gran extrañamiento con el que una ve cuando está de viaje, todo está un poco fuera de foco. Siempre me resultó una situación de por sí literaria, es un estado muy interesante para escribir, porque hay como una nueva infancia, todo lo que nos rodea es desconocido. Creo que por eso hay tantos diarios de viaje y tienen en general esa belleza que tiene que ver con la perplejidad ante un entorno que desconocemos. Recuerdo una frase de Enrique Vila Matas que leí mientras estaba escribiendo que era algo así como Cuando uno viaja de a dos los extraños son los otros, en cambio cuando uno viaja solo, el extraño es uno. Lo que le pasa al personaje de Diario pinchado es que está con otro, viaja para estar con otro, pero como esa compañía no termina de materializarse, no puede evitar sentirse extraña.
Diario pinchado es un diario de viaje, pero ficcional, entonces el género en el libro es un poco un juego, no es para tomárselo muy literalmente. Creo que los géneros tienen un fin, sirven para pensar los textos y tramar relaciones entre ellos, las tradiciones literarias, etc. Me encanta pensar los diálogos, las relaciones entre los textos pero de un modo abierto, más parecido a las constelaciones, donde cada objeto, como una estrella, se vincula con otro haciendo un dibujo que se puede ver de muchas maneras, que siempre está cambiando, sin que ese movimiento termine o se cristalice en una forma determinada.
Benjamin aparece mucho. Hay dos libros de él que funcionaron como espejos o ecos con el mío, los leía mientras iba escribiendo. Uno es Diario de Moscú, un autentico diario de viaje –y un viaje por amor—y el otro es Infancia berlinesa hacia milnovecientos. Son dos libros maravillosos, con esa escritura de él que se detiene en cosas tan sensibles de un modo brillante, extraordinario. Me pareció que ya que habían sido fuente de mi escritura, tenían que aparecer también en el texto, justamente como lo que fueron.
Es un pensamiento sobre el amor. Y sobre cómo la poesía romántica o el romanticismo en términos generales, ha tomado eso. Siempre basándose en ciertos elementos como la lejanía, la idealización, el otro como un ser lleno de misterio al que vislumbramos apenas y del que fantaseamos muchas cosas, a la vez que vivimos esa distancia con una angustia letal. Pero, en realidad –piensa la narradora—en el amor mucho más difícil que estar lejos es estar cerca. Mucho más difícil que no verse, es verse.
Creo que la idea de los viajes como una experiencia extraordinaria, si bien es cierta, funciona muchas veces como una imposición, la lógica un poco perversa que nos impulsa a tener que disfrutar de cada momento sí o sí, hacer de nuestra vida una postal para Instagram. Pero hay gente, como ella, a la que no le resulta tan fácil viajar. Frente a esa dificultad el personaje se vuelve un poco introvertido, está más atenta a lo que le pasa por adentro que a lo que sucede afuera. Esto también es un efecto del texto, al estar leyendo su diario, sus impresiones cotidianas, se está muy cerca de su intimidad y eso genera quizás la idea de viaje interior. Son palabras como dichas en voz baja.
La narradora está rodeada de poetas premiados, remunerados y por eso se siente un poco acomplejada y mira con cierta suspicacia a su entorno. Además ocurre que en ese momento ella no está escribiendo poesía, asique esa sensación se agudiza. Pero lo que está escribiendo es su diario, que es una escritura sin valor agregado, que se escribe para no ser vista, es más como un espacio de meditación o un compañero de aventuras. Sin embargo hay algunos momentos en que lo que ella vive, lo que experimenta en sus paseos por la ciudad o por el bosque, podría parecerse a la poesía. Pienso la poesía de esa manera, porque por lo menos en Argentina es el lugar que ocupa en el sistema de la literatura. Como una senda marginal, apartada del gran relato, del gran mercado literario y de las luces de los protagonistas.
En este caso, al tratarse de un diario, me parecía que la escritura tenía que ser económica, con un lenguaje cotidiano y no excesivamente literario. Puede ser que sea una constante cierta síntesis, no soy muy dada a las descripciones exhaustivas o a los textos demasiado largos, por ahora la condensación parece ser lo mío. Pero nunca se sabe.
Estoy trabajando en una novela nueva, que tiene a mi padre como protagonista. Es un texto bastante testimonial, de hecho hay dos voces, la suya y la mía, que se entremezclan, como un contrapunto. A la vez, al contarse la historia de una persona que hoy tiene ochenta años, atraviesa gran parte de la historia reciente argentina. Es un texto menos pequeño que los anteriores, hay más personajes, más relato. Por eso te decía que no podría definir con certeza cómo escribo, creo que cada texto impone una forma, un tono y una escribe tratando de no desafinar.
Recuerdo un verano, a mis 18 años, el primero después de terminar el colegio secundario, en el que me fui de viaje al Sur sola y un amigo casual que me hice ahí, escritor y muy lector, me prestó varios libros de literatura argentina. Eran autores que no conocía y me abrieron un mundo y un posible mapa dentro de él: Recuerdo Sudeste de Haroldo Conti, Salarios del impío de Juan Gelman y una antología de poemas de Juan L. Ortiz. Todas esas voces me movilizaron y ese verano empecé a escribir de forma consciente y constante.
Escribir de Margarite Duras. Esa gramática dura, cincelada, económica, tan intensa, tan desgarrada. Fue un libro que me produjo la sensación de descubrimiento y a la vez como una idea de ya conocer esa prosa, como si me hubiera ejercido una influencia desde antes de haberlo leído.
Releo poesía, te digo dos autores a los que vuelvo siempre: Mark Strand y John Ashbery.
No leí muchísimas cosas, porque no estudié Letras, asique no tengo esa formación clásica que pasa por todos los lugares obligados. Mis lecturas siempre fueron erráticas, azarosas; podría hacer un enorme listado de lo pendiente, pero creo que hay tiempo para todo, pese a lo que se dice constantemente, la vida es bastante larga.
Les recomiendo a un poeta y narrador argentino fascinante y experimental: Ezequiel Alemian.
Creo que los clásicos han dado una lucha enorme a través de los años para sobrevivir a su tiempo, no creo que haya ninguno sobrevalorado, si llegaron hasta nosotros.
Mmmm. Tengo una memoria de colador que me impide en este momento recordar algún verso que cite siempre.
Estoy leyendo En busca del tiempo perdido. Un poco respondiendo a tu pregunta anterior, sobre todo lo que falta leer. Estoy conmovida, fascinada, y muy feliz de haber encontrado el momento de leer este texto maravilloso, en la increíble traducción de Estela Canto, que les recomiendo a todos los que aún no lo hayan leído.
Apalabradas. Segunda temporada El ciclo de entrevistas de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno que recoge los nombres de las mujeres que están escribiendo la historia de nuestra literatura nacional. Con la Sala del Tesoro como escenario, el diálogo que se genera entre los periodistas Ana Da Costa y Gastón Francese y las autoras invita a profundizar en sus textos. Apalabradas es el tiempo de una conversación que sucede a partir de una lectura profunda de los libros de cuentos, novelas o ensayos de autoras argentinas contemporáneas. Un rescate de letras nacionales, de espíritus que están escribiendo la historia de nuestra literatura. Conducido por los periodistas Ana Da Costa y Gastón Francese. Producido por la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Mercedes Halfon Es periodista cultural y curadora en artes escénicas. Ha publicado textos breves de narrativa, una novela en colaboración y poesía y los libros El trabajo de los ojos y Diario pinchado. Dirigió junto a Laura Citarella el documental Las poetas visitan a Juana Bignozzi (2019).
Mercedes Halfon
Importa poco no saber orientarse en una ciudad. Perderse, en cambio, en una ciudad como quien se pierde en el bosque, requiere aprendizaje.
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El trabajo de los ojos de Mercedes Halfon
La escritura sería una forma de orientación posible, un mapa, una suerte de prótesis que conecta el interior con el exterior
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Diario pinchado de Mercedes Halfon
¿Para quién son las palabras que escribo en este cuaderno? ¿Siempre se escribe para alguien? ¿Toda literatura es epistolar?
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Diario pinchado de Mercedes Halfon
Empezar una etapa de cero la rejuvenece. Tiene por delante una nueva identidad a la que debe ir llenando con algún contenido: cursos de jardinería, arte oriental, inglés, tés con amigas, viajes por la Argentina con mi padre que, como yo, odia viajar.
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El trabajo de los ojos de Mercedes Halfon
No todos reciben de la misma manera los rayos lumínicos y eso hace que la construcción de las imágenes también varíe. Hasta en visiones normales hay diferencias entre lo que cada uno ve. En última instancia, la subjetividad y el punto de vista tienen un principio fisiológico antes que psíquico. La subjetividad pareciera ser objetiva
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El trabajo de los ojos de Mercedes Halfon
Real o ficcional, a los griegos les gusto pensar que el padre de su literatura, la gran voz de sus historias más tristes y hermosas, había sido un ciego
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Diario pinchado de Mercedes Halfon
Cada uno sabe y hace con precisión lo que al otro le gusta. Podemos el cuerpo de memoria, como si no hubiera lugar para la sorpresa ni la improvisación.
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Mercedes Halfon
Los cementerios también cierran, pensé. Dejsn de recibir muertos y de algún modo mueren. Quiero decir, se convierten en otra cosa: un museo, una plaza.
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¿Qué objetousaron como traslador en el Mundial de Quidditch?