La virtud de Checchina de Matilde Serao
Al acabar la jornada, sentía intensamente el dolor de su inercia, toda la amargura de una derrota sin honra en una batalla en la que no había tenido valor de atacar o de defenderse. Dentro de sí, se lamentaba ingenuamente de los hechos que ocurrían, de las cosas que la rodeaban, de las personas entre las que vivía, de sí misma, que no sabía hacer nada, que era impotente para todo.
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