Marta Lobo

Aura, tranquila, las heridas se curan, las cicatrices de vez en cuando pican, pero la vida es una gran aventura y hay que exprimir cada minuto que pasa porque no volverán. Te equivocarás, tropezarás, caerás al suelo, perderás muchas veces, ganarás otras pocas, pero no temas vivir: sé valiente, pierde el miedo y vive, joder.

Solo tenemos una vida y es nuestro deber vivirla hasta el último aliento. Vive, ríe, llora, disfruta, equivócate, permítete sentir y ama, vuelve a amar aunque no salga bien. Nunca se sabe cuándo tu corazón volverá a latir de nuevo.

Tú te mereces un gran amor, uno que te de la mano para saltar juntos en un charco, uno que no tenga miedo de amarte, que sea capaz de hacerte superar todos tus temores, que haga que se esfumen y que te quiera por encima de todo.

[...]tranquila, las heridas se curan, las cicatrices de vez en cuando pican, pero la vida es una gran aventura y hay que exprimir cada minuto que pasa porque no volverán. Te equivocarás, tropezarás, caerás al suelo, perderás muchas veces, ganarás otras pocas, pero no temas vivir: sé valiente, pierde el miedo y vive, joder.

Me niego a dejar de creer que en alguna parte de este mundo hay alguien perfectamente imperfecto para mí.

“La vida es esto. Es la unión de personas que jamás creyeron que se iban a encontrar en un mismo camino. Es crecer, equivocarse, caer y tener cerca a personas que siempre van a estar para levantarte, hacerte creer que todo es posible y hasta hacerte volar”.

Quién me iba a decir a mí que mi vida daría un giro tan brutal. Nuestra familia había crecido sin parar. Hannah llegó de la mano de Hans aquella noche de Acción de Gracias hacía ya cuatro años y desde entonces no habíamos estado separados ningún día.

—¿Cómo eres capaz de hablar así de esto? —Porque hay veces que las cosas hay que decirlas, hay que contar lo que pasa con naturalidad. No por ocultar los sentimientos o ciertos pasajes de nuestras vidas, dejan de existir o de doler.

Sin verlo venir, se agarró el vestido y pasó sus largas piernas por encima de mí, subiéndose a horcajas sobre mí en el taburete. Cogió el whisky de la barra, le pegó un trago y atacó sin ningún tipo de piedad mi boca.

Aquella noche no quería ni por asomo acabar en La Latina, pero tú y la vida de tus ojos, me hicieron comprender que el destino nos tiene preparadas muchas sorpresas.