Alma desangrada de M. Markusen
En América le arrancaban el corazón a los aldeanos para rogar por sus cosechas, aunque en realidad era una excusa para disimular su adicción a la muerte. Los nórdicos ejecutaban a sus prisioneros y enemigos arrancándoles la piel de la espalda y sacando sus costillas y pulmones, los europeos quemaban a mujeres vivas acusándolas de brujería, y en Asia arrancaban la carne corte a corte. Esta lista de pecados no termina, en nombre de sus dioses. Los tiempos no cambian, solo se adaptan. Dolo para unos, placer para otros.
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