Lucía G. Sobrado

—Incluso las joyas más bellas pueden acabar deslucidas por el paso del tiempo —dice Pulgarcita—. Solo tenemos que volver a sacarte brillo.

Nuestros actos no siempre reflejan quiénes somos. A veces las circunstancias nos superan y nos llevan a actuar de formas impropias.

Porque el amor nunca debería ser un "hasta que la muerte nos separe ", sino un "mientras no haga daño".

Ojalá las heridas del corazón pudieran cerrarse con la misma facilidad que las de la carne, porque está claro que hemos llegado a un punto de no retorno en el que o bien nos sinceramos mutuamente, o la vida se nos escapará por los sentimientos.

(...) me pregunto cuántas mitades, de todas esas que nos componen, que llegan a nuestras vidas sin poder preverlo, podemos perder antes de dejar de ser quienes somos.

Porque carecer de la certeza de saber quién eres te arrebata un pedazo de ti y te hace estar alerta con cada nueva inspiración (...)

Tengo la tentación de disculparme, de hablar con él y sincerarme, pero la coraza que me envuelve y me protege de todo lo que estoy sintiendo últimamente por dentro me lo impide.

«Me ha traicionado».
«Me ha engañado».
«Me ha utilizado».
«Me ha manipulado».
«¿Me ha amado?».

-Parece que has olvidado que cuando le cortas la cabeza a un lobo, esta aún puede morder.

(...) pero ya hemos comprobado que el olvido no borra todo lo que dejamos tras nosotros.

Dijo que hay una magia muy poderosa en los nombres, por eso se rompe el maleficio al recuperarlo, pero más aún en los apellidos, porque son quienes dicen de dónde venimos, lo que nos liga a un conjunto y a un linaje en el tiempo. Una persona es quien es por sí misma, aunque también influye qué han hecho otros de su familia antes que ellos.

El día en que deje de sostenerte la mano será porque mis brazos ya no tengan fuerzas para levantarse

No todos los libros están hechos para leerse con los ojos, así como no todos los libros lo están para las mismas mentes.

-Porque el amor nunca debería ser un «hasta que la muerte nos separe», sino un «mientras no haga daño».

—Mira, puede que la magia sea capaz de quitarnos recuerdos, pueden alejarnos de nuestros seres queridos —su voz se endurece por el dolor—, pero jamás podrá arrebatarnos quiénes somos. Siempre encontraremos una forma de recuperarnos.

Ojalá las heridas del corazón pudieran cerrarse con la misma facilidad que las de la carne, porque está claro que hemos llegado a un punto de no retorno en el que o bien nos sinceramos mutuamente, o la vida se nos escapará por los sentimientos.

Nos quedamos atrapados el uno en los iris del otro, bebiéndonos mutuamente y diciéndonos tanto sin siquiera pronunciar palabra..

No puedo evitar sentirme fascinada por la dinámica que nos envuelve, esa que nos obliga a pactar treguas sin mediar palabra.

Esta vez es ella la que hace que nuestros labios se encuentren en un beso más apasionado. Y yo simplemente me dejo llevar por lo que ella necesita, sin importarme lo mucho que me vaya a destrozar cuando el momento de sanar haya pasado y la realidad arrase conmigo, porque estos besos para ella no van a significar nada, mientras que para mí lo son todo.

Lo que me confirma, una vez más, que ella y yo estamos hechos para romper con todos los esquemas; que somos una suerte de magia en sí misma capaz de desafiar las leyes establecidas.