Es la segunda novela que leo de la autora, y si la primera me había gustado, esta la ha superado con creces. La historia me ha tenido intrigadisima hasta un final que no me esperaba, y eso que por el camino había desconfiado hasta del apuntador (incluida la vecina loca, que miedito de mujer) y aunque no iba mal encaminada, no acerté del todo y eso ha sido lo mejor. Ese giro dramático de los acontecimientos que hace que la lectura merezca la pena.
Nora Roy ha asesinado a dos personas, un psiquiatra y una enfermera del psiquiátrico Vera de la Cruz en el que estaba ingresada, y ahora se encuentra en paradero desconocido. ¿Por qué lo ha hecho?
Eva una chica solitaria, adicta a Netflix, alquila una habitación a Charlotte, una parisina de lo más extraña, que desaparece de la noche a la mañana dejando tras de si una habitación llena de salpicaduras de sangre y la vida de Eva patas arriba.
¿Debería llamar a la policía?
¿Debería buscar a Charlotte?
¿Debería olvidarse del asunto?
Mientras tanto, una polémica novela sale a la luz destapando las atrocidades cometidas entre los muros del psiquiátrico, sembrando la duda de si Nora Roy ha sido víctima o verdugo en esta historia.
Como suele ser habitual, ni los buenos son tan buenos, ni los malos son tan malos, y por supuesto, no te puedes fiar de nadie porque ¿conocemos realmente a las personas con las que compartimos nuestra vida? Una novela llena de intrigas más que recomendable.
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