Liz Tomforde

Me enamoré de ti a miles de kilómetros de altura, rozando el cielo.

—¿Por qué te gusta tanto leer ficción? —me pregunta sin el menor asomo de querer juzgarme.
—¿De qué otro modo podrías vivir mil vidas en el período de una sola? La belleza de la ficción es que te hace sentir cosas a un nivel visceral. Puedes llorar con los personajes, reírte con ellos. Te enseña a mirar las cosas desde otra perspectiva, a sentir empatía. En la no ficción, solo aprendes algo en lugar de sentirlo.

Quemaría el mundo entero por protegerla y luego mostraría orgulloso la cerilla para que todos supieran que lo he hecho yo.

No se puede calcular cuanto se tarda en superar el desamor, independientemente de como terminaran las cosas. El corazón no sana de repente solo porque así lo desees.

Está perfectamente bien crear límites cuando alguien no te está tratando de la manera correcta.

No fue hasta años después, cuando estaba en mi tercer año de universidad, que comencé a ir a terapia y a trabajar en mi mierda. Me di cuenta de que no era responsabilidad de nadie más amarme. Entonces, comencé a amarme a mí mismo. Nadie más iba a hacerlo.

No tiene que gustarte tu cuerpo todos los días. Eso es poco realista, pero yo estaré aquí para quererlo cuando tú no puedas.

—¿Cómo quieres que te llame entonces?
— Llámame tuyo.

Sé que no tengo tu pasado, pero quiero tu futuro.