Tequila, sal... ¡Y pimienta! de L. White
Mi primera vez no había sido con lo que todas las mujeres sueñan. No fue con un príncipe azul, ni hubo historia de amor, ni caballeros andantes que luchan contra dragones, ni un final de cuento de hadas. No tuve una noche de película romántica. No estábamos enamorados cuando tomamos la decisión de acostarnos, ni siquiera estábamos seguros de lo que íbamos a hacer. En lugar de esperar al hombre ideal, el cual estaba convencida en ese momento de que no iba a aparecer, perdí mi virginidad con alguien al que encontraba sumamente atractivo y con el que tenía una confianza asombrosa. Creí que siendo él, un amigo, alguien a quien no amaba, no sufriría un desamor que me rompería el corazón. No tendría que pasar por ningún tipo de duelo emocional y, por lo tanto, no me sentiría desgraciada tras su marcha. Nunca imaginé que lo que pasaría después sería precisamente eso que tanto había tratado de evitar. |