Tequila, sal... ¡Y pimienta! de L. White
Tenía un trabajo estable, un novio que, a pesar de no ser perfecto, estaba a mi lado, y eso que no resultaba tarea fácil aguantarme con mis constantes idas y venidas. Hacía cerca de seis años que me había independizado antes de irme a vivir con Víctor, se podría decir de mí que era una mujer de provecho. Sin embargo, en ciertas ocasiones, me sentía aburrida de la vida que llevaba. Echaba de menos la aventura, el entusiasmo con el que vivía cuando era una adolescente; levantarme cada mañana preguntándome qué aventuras me esperarían a lo largo del día, vivir con la emoción de enfrentarme al mundo sin temerle a nada ni a nadie, sin que nada me preocupase.
|