El objetivo de este ensayo de Kjell Espmark, publicado en 1975, es el de indagar en los métodos que han utilizado autores de distintas épocas y países para traducir el alma en sus poemas. Sin duda, un tema esencial para interpretar la poesía.
En el primer capítulo, Espmark parte de la figura paradigmática de Baudelaire, realizando un profundo análisis de algunos de sus poemas más significativos. Y es que, sin duda, el origen del nuevo y preciso método de traducir el alma, el Simbolismo, se encuentra en Baudelaire, que a su vez pudo inspirarse en la obra pictórica de su admirado Delacroix, al reflejar los sentimientos en forma de color. Baudelaire, como crítico de arte, supo apreciar las semejanzas que pintura y literatura podían ofrecer, convirtiéndose en el primer traductor del alma. Así, muy pronto diferentes seguidores del autor francés reconocen que el Simbolismo, con sus nuevas perspectivas literarias, es el método que representa de forma más tangible los pensamientos y sentimientos.
Junto al elemento esencial del arte pictórico, para situar los orígenes puramente literarios del nuevo método introducido por Baudelaire, Espmark se remonta a los románticos, como Breton, quienes también utilizaron el paisaje para el reflejo de los sentimientos. Sin embargo, hay notables diferencias que convierten a Baudelaire en el padre de la poesía moderna. Por un lado, los románticos tratan de ver en la naturaleza un paralelismo con su alma y seleccionan aquellos elementos que mejor recogen sus sentimientos (es el caso de Goethe en su Werther, cuyo protagonista admira los paisajes que le ofrece la naturaleza en su calidad de pintor). Los simbolistas, por su parte, son capaces de crear o representar en la tierra la proyección de su estado de ánimo, traducen el alma en imágenes.
A continuación, en el resto de capítulos, Kjell Espmark rastrea la forma en que los seguidores y admiradores de Baudelaire hicieron propio este modelo del Simbolismo. Autores que van desde Verlaine hasta Rimbaud, aportaron sustanciosas novedades a partir del modelo que encontraron en el maestro Baudelaire. Del mismo modo, Espmark sigue su recorrido y análisis por otros autores ingleses, alemanes y también hace mención a autores en lengua castellana como Machado, Rafael Alberti o Lorca.
El camino que abrieron autores como Baudelaire permite a nuevos creadores seguir avanzando en la traducción del alma. Así el postsimbolismo desarrollado en diferentes países, permitió indagar en perpectivas como el surrealismo o el expresionismo, haciendo crecer la poesía occidental, encontrando formas de traducir el alma ya no solo en el paisaje exterior sino también en la irracionalidad del subconsciente.
No obstante, he de decir que, a pesar del interés de este ensayo, quizá por el tiempo que hace que fue escrito, por la especialización en el análisis de los poemas, o por el ámbito en que inicialmente fue publicado, no resulta una lectura fácil ni divulgativa para un público general, ni siquiera un público interesado en la literatura. Sí es cierto que algunas partes pueden resultar interesantes para lectores conocedores de la obra de los simbolistas franceses, concretamente por los análisis y nuevas lecturas y descubrimientos de poemas representativos de estos autores. En mi caso, me ha permitido conocer e interpretar la obra de autores como Eliot o Maeterlinck.
No obstante, insisto en que, a pesar de tratarse de un clásico, este ensayo no es un texto para un público amplio. La especialización del análisis, la profundidad de los comentarios de poemas, lo restringen a un ámbito puramente académico, alejándose de lo divulgativo. En última instancia destacaría el logro de Espmark por abrir el camino para posteriores estudios sobre la traducción del alma en numerosos ámbitos como la prosa, el teatro y la pintura . Es ciertamente un esencial punto de partida para nuevos estudios filológicos.
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