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Medio Rey de Joe Abercrombie
Yarvi posó de nuevo la mirada en el apuesto cadáver de su hermano, sorprendido por la calma con que su madre era capaz de urdir planes al lado de su marido y su hijo muertos. —¿No lloras por ellos? De pronto un espasmo crispó el rostro de Laithlin, ajó su esmerada belleza, le apretó los labios, le arrugó el entrecejo e hizo sobresalir los tendones de su cuello. Durante un momento horrible, Yarvi no supo si iba a pegarle o a echarse a llorar a lágrima viva, y tampoco sabía cuál de las opciones le daba más miedo. Entonces Laithlin tomo una temblorosa bocanada de aire, devolvió un mechón suelo de su cabello dorado a su sitio y recobró la compostura. —Por lo menos uno de nosotros debe ser un hombre. Y con ese regalo digno de reyes, dio media vuelta y salió de la cámara con la frente bien alta. Yarvi cerró los puños. O más bien cerró uno y apretó el pulgar izquierdo contra el muñón torcido de su único dedo. —Gracias por los ánimos, madre. |
Medio Rey de Joe Abercrombie
—¿Qué os trae a vosotros cinco a Vansterladn? —Somos viajeros —respondió Yarvi, viendo como un guerrero zarandeaba su fardo para vaciar su exiguo contenido—. De camino a Vulsgard. El arquero enarcó las cejas mirando la pira. —¿Viajeros que queman cadáveres? —¿Adónde ha ido a parar el mundo si un hombre honrado ya no puede ni quedar cadáveres sin que sospechen de él? —dijo Nada |
Medio Rey de Joe Abercrombie
En una ocasión, después de que su padre le diera una paliza en un arrebato de ira, su madre había encontrado a Yarvi llorando. «El necio ataca —le había dicho—. El sabio sonríe, y observa, y aprende. »Y luego ataca.» |
¿En que año nació Marcel Proust?