Medio Rey de Joe Abercrombie
Yarvi posó de nuevo la mirada en el apuesto cadáver de su hermano, sorprendido por la calma con que su madre era capaz de urdir planes al lado de su marido y su hijo muertos. —¿No lloras por ellos? De pronto un espasmo crispó el rostro de Laithlin, ajó su esmerada belleza, le apretó los labios, le arrugó el entrecejo e hizo sobresalir los tendones de su cuello. Durante un momento horrible, Yarvi no supo si iba a pegarle o a echarse a llorar a lágrima viva, y tampoco sabía cuál de las opciones le daba más miedo. Entonces Laithlin tomo una temblorosa bocanada de aire, devolvió un mechón suelo de su cabello dorado a su sitio y recobró la compostura. —Por lo menos uno de nosotros debe ser un hombre. Y con ese regalo digno de reyes, dio media vuelta y salió de la cámara con la frente bien alta. Yarvi cerró los puños. O más bien cerró uno y apretó el pulgar izquierdo contra el muñón torcido de su único dedo. —Gracias por los ánimos, madre. |