La premisa inicial del subgénero romántico landescape es "en el peor momento, en el mejor sitio". Esther Mor, dadas sus particularidades, escribe, más bien un paisatge:
Blanca, atropellada por el Destino e influida por un consumo irresponsable de comedias románticas, decide tomar (moderada) distancia.
Ocurre que alejarse del infortunio resulta calamitoso porque el estado de desgracia va a peor, aunque está dotada del desparpajo de los resilientes cachondos y un equipo de apoyo que da miedito.
Tiene puntos flojos destacables:
1. Profusión de adjetivos duplicados. No llegan a frenar el discurrir narrativo, pero lo afean.
2. Una única trama que desperdicia unos secundarios magníficos.
3. Erratas de tiempos verbales.
Esther Mor exagera hasta el paroxismo (que no la parodia) un género muy anglosajón y, con aparente sencillez, lo dota de particulares ibéricas obteniendo una novela efectivísima, con una fuerza evocadora de primer orden quizá por el poder de las experiencias compartidas…
¿Quién no se ha quedado frita en una tumbona?
¿Quién no ha descubierto con alegría que el bufet de desayuno está incluido?
¿Quién acierta cuando quiere descalabrar al target de tu ataque de cuernos?
Imposible no empatizar, más aún cuando la protagonista es la narradora y tienes acceso a sus pensamientos más reveladores.
A destacar que los pasajes más brillantes son los que narran los peores momentos de las desventuras de la protagonista: refleja la percepción del instante trauma con realismo tan caustico que detiene el tiempo.
Pero no hay que desesperar, la última premisa de la novela romántica es que la solución trae felicidad.
Hay novelas que te dejan gusto a palomitas, otras son como un caldo de puchero, Seamos tú y yo es un sorbete de lima limón en pleno verano.
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