En el último trago nos vamos de Edgardo Cozarinsky
Ese hombre tiene cincuenta años y lo domina un miedo indefinido, menos el de una amenaza que el de una certeza, la de saberse preso en una existencia de la que desea escapar. Se sabe muerto y sabe muertos a todos a quienes se cruza, así como sabe que en ese mismo momento, en ese mismo lugar, lo rodean, invisibles, inabordables, cientos de vivos.
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