Por todas mis muertas de
Darío Vilas
Hasta el fin de los tiempos. Espero que llegue pronto, mientras me pregunto si las cosas serán igual en todas partes, o si es culpa que de esta isla que flota a la deriva en cualquier nivel de realidad, tiene sus propias normas; leyes promulgadas por la insidia que gobierna una nave sin timón. Todo es tripulación. Ni capitán, ni pasaje, ni paisaje de otra clase más que el gris del cielo sobre las cabezas, y del cemento bajo los pies, en este cementerio rodeado de agua. Agua también gris, corrompida por no poder desape garse de la costa, que rehúye a toda costa y a costa de perder su transparencia en pos de esa turbiedad que se impregna en cada uno de nosotros desde el momento mismo de nuestra concepción, ejecutada en actos de inconcebible egoísmo.
Traer vida a este mundo es un derroche de cobardía, es volcar en otro ser parte de nuestra condena.