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Voz de Christina Dalcher
Está enfadado, está herido, y también frustrado. Nada de eso justifica las siguientes palabras que salen de su boca, sin embargo, esas que nunca podemos retirar, esas que cortan mucho más hondamente que cualquier trozo de cristal y me hacen sangrar por entero. - ¿Sabes cariño? Me pregunto si no es mejor todo cuando no hablas. |
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Voz de Christina Dalcher
Se le pueden quitar muchas cosas a una persona: dinero, trabajo, estímulos intelectuales, lo que sea. Incluso se le pueden quitar las palabras, pero no se cambia su esencia.
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Voz de Christina Dalcher
La cabeza de todo hombre es Cristo, la cabeza de la mujer es el hombre, y la cabeza de Cristo es Dios. Sed profesores de cosas buenas; enseñad a las mujeres jóvenes a ser sobrias, a amar a sus maridos, a amar a sus hijos, a ser discretas, castas, cuidadosas en el hogar, obedientes de sus maridos.
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Voz de Christina Dalcher
Como mujeres, nos corresponde guardar silencio y obedecer. Si debemos aprender algo, preguntemos a nuestros maridos en la intimidad del hogar, porque es vergonzoso que una mujer se cuestione el liderazgo de los hombres, ordenado por Dios.
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Voz de Christina Dalcher
"Los monstruos no nacen. Se hacen, poquito a poquito, miembro a miembro, son creaciones artificiales de hombres locos que, como el equivocado Frankenstein, siempre creen que lo saben todo".
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Voz de Christina Dalcher
Los dos hacen muy buena pareja, ambos tan rotundos en sus ideas de la vuelta a un tiempo anterior, una época en la que los hombres eran hombres y las mujeres eran mujeres, y gloria gloria aleluya, joder, las cosas eran mucho más fáciles entonces, cuando todos sabíamos cuál era nuestro hogar
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Voz de Christina Dalcher
Muchas veces quise echarle la culpa, pero no pude. Los monstruos no nacen. Se hacen, poquito a poquito, miembro a miembro, son creaciones artificiales de hombres locos que, como el equivocado Frankestein, siempre creen que lo saben todo.
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Voz de Christina Dalcher
Patrick mira el contador y ve que otros tres números han desaparecido. Noto la presión de cada uno de ellos en mi pulso, con un tamborileo ominoso. —Ya basta, Jean —dice. Los chicos intercambian miradas preocupadas, esa preocupación que procede de saber lo que ocurre si el contador sobrepasa los tres dígitos. Uno, cero, cero. Entonces es cuando digo mis dos últimas palabras del lunes. A mi hija. Ese «buenas noches» susurrado apenas se me ha escapado cuando los ojos de Patrick se clavan en los míos, suplicantes. |
Voz de Christina Dalcher
No los odio. Me digo a mí misma que no los odio. Pero a veces sí. Odio que los machos de mi familia le digan a Sonia lo guapa que es. Odio que sean los que la consuelan, cuando se cae de la bicicleta, que se inventen historias para contarle sobre princesas y sirenas. Odio tener que mirar y escuchar. Me cuesta una barbaridad recordar que no han sido ellos los que me han hecho esto. Joder. |
Voz de Christina Dalcher
Lo único que hace falta para el triunfo del mal es que los hombres buenos no hagan nada.
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Voz de Christina Dalcher
Muchas veces quise echarle la culpa, pero no pude. Los monstruos no nacen. Se hacen, poquito a poquito, miembro a miembro, son creaciones artificiales de hombres locos que, como el equivocado Frankestein, siempre creen que lo saben todo.
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Voz de Christina Dalcher
Los monstruos no nacen. Se hacen, poquito a poquito, miembro a miembro, son creaciones artificiales de hombres locos que, como el equivocado Frankenstein, siempre creen que lo saben todo.
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¿Quién escribió la saga?