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Marina de Carlos Ruiz Zafón
Sois muy jóvenes y no habéis vivido una guerra. No se conoce a la gente hasta que se ha vivido una guerra…
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Marina de Carlos Ruiz Zafón
—Shelley dijo que a la muerte poco le importa la justicia —me recordó Marina—. Quizá tenía razón. —Quizás —admití—. Pero a nosotros sí nos importa. |
Marina de Carlos Ruiz Zafón
El eco de televisores y radios se elevaba entre los cañones de pobreza, sin llegar jamás a rebasar los tejados. La voz del Raval nunca llega al cielo.
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Marina de Carlos Ruiz Zafón
—Mijail, ¿te acuerdas de aquel día, cuando me preguntaste cuál era la diferencia entre un médico y un mago? Pues bien, Mijail, no hay magia. Nuestro cuerpo empieza a destruirse desde que nace. Somos frágiles. Criaturas pasajeras. Cuanto queda de nosotros son nuestras acciones, el bien o el mal que hacemos a nuestros semejantes. ¿Comprendes lo que quiero decirte, Mijail?
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Marina de Carlos Ruiz Zafón
Sus palabras tardaron en calar. Sólo tenemos oídos para lo que queremos escuchar, y yo no quería oír eso.
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Marina de Carlos Ruiz Zafón
Conservo sus consejos y sus palabras guardados bajo llave en el cofre de mi memoria, convencido de que algún día me servirán para responder a mis propios miedos y a mis propias dudas.
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Marina de Carlos Ruiz Zafón
En otras circunstancias le habría tomado por un cretino arrogante, pero algo en él me decía que todavía no había aprendido a aislarse del dolor de sus pacientes y que aquella actitud era su modo de sobrevivir.
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Marina de Carlos Ruiz Zafón
La noche que le conocí, Mijail me dijo que, por alguna razón, la vida suele brindarnos aquello que no buscamos en ella.
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Marina de Carlos Ruiz Zafón
Siempre había pensado que las viejas estaciones de ferrocarril eran uno de los pocos lugares mágicos que quedaban en el mundo.
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Marina de Carlos Ruiz Zafón
—De nada sirve toda la geografía, trigonometría y aritmética del mundo si no aprendes a pensar por ti mismo —se justificaba Marina—. Y en ningún colegio te enseñan eso. No está en el programa.
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Marina de Carlos Ruiz Zafón
—De cada mil personas que adquieren un cuadro o una obra de arte, sólo una de ellas tiene una remota idea de lo que compra —le explicaba Salvat, sonriente—. Los demás no compran la obra, compran al artista, lo que han oído y, casi siempre, lo que se imaginan acerca de él. Este negocio no es diferente a vender remedios de curandero o filtros de amor, Germán. La diferencia estriba en el precio.
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Marina de Carlos Ruiz Zafón
Como ladrón no valía un céntimo, pero como mentiroso debo confesar que siempre fui un artista.
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Marina de Carlos Ruiz Zafón
Un vínculo de silencio y miradas los unía en las sombras de aquella casa, al final de una calle olvidada, donde cuidaban el uno del otro, lejos del mundo.
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Marina de Carlos Ruiz Zafón
Rehenes de su pasado moribundo, que se negaban a abandonar las naves a la deriva.
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Marina de Carlos Ruiz Zafón
El tiempo y la memoria, historia y ficción, se fundían en aquella ciudad hechicera como acuarelas en la lluvia.
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Marina de Carlos Ruiz Zafón
Le pregunté cómo sabía que no iba a volver a desaparecer. Me observó largamente. «Sólo desaparece la gente que tiene algún sitio adonde ir», contestó sin más.
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¿Quién es autor del libro?