Un refugio perfecto de Pilar Cabero
Esperó con impaciencia a que la tomara en brazos. No fue necesario ayudar mucho. Lo vio retirar la mantita con muco cuidado y del mismo modo, sujetar a su hija para llevarla hasta su pecho con delicadeza. Se la veía diminuta, muy seria, como si dijera: ¿Ya era hora de que vinieras a verme! Pero seguramente todo eran imaginaciones suyas.
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