Carne de ataúd de Bernardo Esquinca
Más que supersticioso, era un hombre convencido de que en la Ciudad de México cualquier cosa podía ocurrir, incluso que las leyendas se materializaran.
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Calificación promedio: 5 (sobre 12 calificaciones)
/En alguna conversación, Bernardo Esquinca (Guadalajara, 1972) dijo que era fundamentalmente un cuentista. Algo de esto puede resultar cierto e indudable: la trilogía integrada por Los niños de paja, Demonia y Mar Negro bastaría para no discutir este calificativo. Sin embargo, también es un espléndido novelista, como lo ha demostrado en la saga de Casasola y, además, ha trazado junto con Vicente Quirate el mapa de lo fantástico en Ciudad de México durante poco más de dos siglos. Sus libreros, que sin duda apuestan al camino de Robinson Crusoe, merecen ser recorridos. En ellos se encuentran algunas de las pistas y las pesadillas compartidas que le permiten entrelazar el terror con lo policiaco.
Carne de ataúd de Bernardo Esquinca
Más que supersticioso, era un hombre convencido de que en la Ciudad de México cualquier cosa podía ocurrir, incluso que las leyendas se materializaran.
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Demonia de Bernardo Esquinca
Las formas subterráneas de los relatos nacen de las zonas oscuras de la experiencia, para volverse una forma ambigua del conocimiento. Y el mal —abstracto, sobrenatural, mítico— se presenta como un contagio del espíritu: virus perverso que potencia las pulsiones de nuestro lado oscuro.
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La octava plaga de Bernardo Esquinca
Todos estamos en el mismo manicomio, los de dentro y los de fuera. Tan sólo nos divide un muro.
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Es un retelling de...