Una lección de vida y muerte de Belinda Bauer
A mitad de camino estaba la casa embrujada a la que no les estaba permitido ir. Pasaban gran parte de su tiempo allí, removiendo la ceniza de las chimeneas y rompiendo cristales de las desnudas ventanas cuando había marea baja, para oír como tintineaban en la gravilla húmeda a cien metros de distancia. Cada año, la madera carcomida por los gusanos se acercaba más y más a la fulminante caída.
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