Querida señora Bird de A.J. Pearce
Pero ahora se presentaba mi oportunidad. Examiné el anuncio de nuevo, preguntándome si daría la talla. «Capacitada» Esa era yo, incluso si no estaba segura de para qué querían que fuera capaz. «Entusiasta» Yo diría que sí. Había estado a punto de ponerme a gritar como una loca en el autobús. «Trabajadora» Dormiría en el suelo de la oficina si era necesario. No veía el momento de responder. Toqué la campana para bajar en la siguiente parada y, al soniquete del jovial tintineo, el autobús empezó a ralentizar. Agarré mi bolso, la máscara de gas y la cebolla, me encajé el periódico doblado bajo el brazo y descendí las escaleras en un santiamén, consiguiendo olvidarme uno de los guantes con las prisas. |