Querida señora Bird de A.J. Pearce
Los teléfonos estaban volviéndose locos. Yo no sabía que pensaba Joan que podría hacer, si apenas podíamos oírnos las unas a las otras aun elevando la voz al máximo, pero era lo más dura de todas y nuestra líder. Mary, Therlma y yo nos miramos. Podíamos quedarnos debajo de la mesa toda la noche o podíamos ponernos manos a la obra. -¿listas? -chillé y las demás asintieron -¡QUE TE DE DEN, HITHLER!- rugimos y saltamos a contestar nuestros teléfonos |