La canción de Aquiles de Madeline Miller
Él navegaría rumbo a Troya y yo le seguiría, incluso hasta la muerte.
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La canción de Aquiles de Madeline Miller
Él navegaría rumbo a Troya y yo le seguiría, incluso hasta la muerte.
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La canción de Aquiles de Madeline Miller
Ojalá lo hubiera sabido —le había dicho el primer día cuando me la enseñó—. Estuve a punto de no venir porque no quería dejarla atrás. —Ahora ya sé cómo conseguir que me sigas a todas partes —repuso él con una sonrisa. |
La canción de Aquiles de Madeline Miller
—Lo juro —repliqué, perdido en el intenso arrebol de sus mejillas y el flamear de sus ojos.
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La canción de Aquiles de Madeline Miller
Escucha y no digas nada. Ese ya no es tu nombre. Ya se nos ocurrirá qué hacer. Se lo preguntaremos a Quirón. Aquiles jamás había hablado de ese modo: cada palabra atropellaba a la siguiente de tan deprisa como las pronunciaba. |
La canción de Aquiles de Madeline Miller
Se alzó en mi interior una certeza que terminó alojándose en mi garganta: «Jamás voy a dejarle. Será así siempre, hasta que él me abandone».
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La canción de Aquiles de Madeline Miller
Qué había pensado Deidamia que iba a suceder cuando había puesto a bailar a sus mujeres para mí? ¿De verdad pensaba que no iba a reconocer a Aquiles? Me bastaba un simple roce o el olor para identificarle; y si me quedara ciego, podría reconocerle por el modo en que respiraba o en que pisaba el suelo. Le reconocería en el fin del mundo, incluso en la muerte.
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La canción de Aquiles de Madeline Miller
Siempre tienes revuelto el pelo aquí. —Me tocó la cabeza justo detrás de la oreja—. Creo que nunca te he dicho lo mucho que eso me gusta.
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La canción de Aquiles de Madeline Miller
—Soy Aquiles, hijo de Peleo, hijo de dioses, el mejor de los griegos. He venido a traeros la victoria.
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La canción de Aquiles de Madeline Miller
«Aquiles se parecerá a él cuando se haga viejo», dije para mis adentros. Y entonces me acordé de que él jamás iba a envejecer.
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La canción de Aquiles de Madeline Miller
—Pero ¿me perdonarás? —No necesito perdonarte. —Alargué la mano para coger la suya—. Tú no puedes ofenderme. —Hablé con cierta precipitación, pero con toda la convicción de mi corazón. |
Madeline Miller
Más tarde, Agamenón le preguntaría cuándo pensaba enfrentarse al príncipe de Troya. Aquiles le dedicó una de sus sonrisas más cándidas y desesperantes antes de contestar: —¿Y qué me ha hecho Héctor a mí? |
La canción de Aquiles de Madeline Miller
Tampoco él sabía enfadarse conmigo. Éramos como un bosque mojado en el que no prendía el fuego.
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La canción de Aquiles de Madeline Miller
—Ve con cuidado mañana, eres el mejor de los hombres, el mejor de los mirmidones. —Me puso los dedos en los labios para impedirme que negara sus palabras—. Acéptalo por una vez.
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La canción de Aquiles de Madeline Miller
«No puede matarme. No debe hacerlo. Aquiles acabará con él si lo hace, y él debe vivir siempre, no debe morir jamás, ni siquiera cuando sea viejo, ni siquiera cuando esté tan consumido que la piel se le deslice por los huesos como el arroyo sobre las piedras del fondo». Héctor debía vivir, porque su vida, pensé mientras retrocedía a gatas sobre la hierba, era el hito final antes de que corriera la sangre del mismísimo Aquiles.
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La canción de Aquiles de Madeline Miller
Sonrió como si me hubiera escuchado el pensamiento y su rostro resplandeció como el sol.
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La canción de Aquiles de Madeline Miller
—Nada podemos decir nosotros, que solo somos hombres, un breve destello de una antorcha. Quienes vengan detrás nos elevarán o nos hundirán a su capricho. Patroclo va a ser de esos que van a crecer en el futuro.
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La canción de Aquiles de Madeline Miller
Así empecé a comprender cuál iba a ser mi lugar allí. Hasta ese momento había sido un príncipe al que se esperaba y cuya llegada se anunciaba. Ahora era insignificante.
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La canción de Aquiles de Madeline Miller
Las sombras parpadeantes le afilaban el rostro, aunque yo le habría reconocido sumido en las penumbras o disfrazado, me dije, e incluso si se hubiera apoderado de mí la locura.
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La canción de Aquiles de Madeline Miller
dioses de Briseida sean más benévolos que los nuestros y ella encuentre descanso. Volvería a dar mi vida para que así fuera. Os encomiendo una misión para después de mi muerte: mezclar nuestras cenizas y enterrarnos juntos. —¿Oirás la plegaria de un padre, poderoso príncipe de Ftía, tú, el mejor de los griegos?
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¿Quién escribió la saga?