Una narración muy original, adictiva. Uno no se puede despegar del libro hasta leer la última página. Preciosa representación (aunque ficticia) de la sociedad de los años 20.
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Una narración muy original, adictiva. Uno no se puede despegar del libro hasta leer la última página. Preciosa representación (aunque ficticia) de la sociedad de los años 20.
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🗂Sinopsis: en el verano de 1925, en la elegante Biarritz, aparece el cadáver de una joven sujeto a una argolla del muelle. George Miet, un escritor en busca de una historia para una novela seria, entrevistará a una treintena de personas para desvelar el asunto. 💬 Opinión: el libro está escrito en forma de capítulos cortos con un estilo diferente en cada uno de ellos, por las diferencias propias de los personajes. Su forma de hablar, su interpretación de los hechos y su visión del mundo difiere y del mismo modo lo hacen los capítulos de este libro. La trama se va comprendiendo poco a poco y la época está deliciosamente abordada en cada una de sus páginas. Ganador del premio Nadal 2015 es un libro que había iniciado y abandonado. Me alegra haberlo retomado. Sin duda, un estilo propio lleno de sutilezas y detalles encantadores. Puntuación: ⭐️⭐️⭐️✨/5 |
Cabaret Biarritz es un libro muy especial por cómo está escrito: empieza con una introducción del editor y traductor de la obra sobre la vida de Georges Miet, luego siguen las 33 entrevistas a través de las cuales conocemos las versiones de los distintos personajes sobre los hechos que poco a poco nos desvelan qué pasó. Termina con una adenda añadida por el supuesto editor español que teoriza sobre el posible final de los protagonistas y, todo el libro está repleto de notas del supuesto traductor y editor que son una delicia en si mismas y completan el libro perfectamente. Es un libro singular, con un grupo de personajes bien construidos que retratan el espíritu de una época, extravagantes algunos, más corrientes otros, interesantes todos. Me ha gustado mucho desde principio a fin pero me parece todo un acierto la adenda intentando evitar un final abierto. No se da nada por definitivo, pero le añade un toque romántico. |
Se mire por donde se mire, esta novela es una genialidad. Creo que, si me lo propusiera, podría elaborar otro libro comentando éste de José C. Vales, porque todas las páginas contienen algo digno de mención: De entrada es un magnífico ejemplo de perspectivismo múltiple que George Miet transcribe con el objeto de escribir una novela, por encargo del editor de La Fortune, Philippe Fourac, sobre los dramáticos sucesos ocurridos en Biarritz en 1925. Esta polifonía no implica un narrador que recoja las múltiples visiones de un mismo hecho porque en Cabaret Biarritz las interpretaciones de lo sucedido, las vivencias o recuerdos de los residentes se transcriben fielmente sin que aparezca la voz del entrevistador. Se da el caso, además, que Miet murió sin editar dichas conversaciones, por lo que en ningún momento ejerce de cronista que reconstruya los hechos que le van contando… No existe el narrador. Y nos enteramos de los acontecimientos en el orden en que el editor ha querido publicar las entrevistas que Gerard Miet realizó durante seis años (1938-1944). Este perspectivismo múltiple aparece como un puzle gigantesco formado por 33 piezas que, en un principio no tienen nada que ver; así pues empezamos a leer la novela sin saber muy bien a dónde nos llevará, pero una vez “reconstruido” el rompecabezas podemos percatarnos de su perfección. Efectivamente, llega un momento en el que, donde parecía que leíamos retazos sueltos, percibimos colores que casan, formas que se ajustan a las que las rodean y, de pronto, cobran sentido pensamientos aislados y expresiones dispersas como pistas que favorecen el descubrimiento de la trama. El puzle aparece ante nosotros reconstruido, con una claridad total. Pero la novela es algo más que la resolución de un enigma. Llama la atención el vocabulario caracterizador de personajes, a través del cual el autor retrata una determinada sociedad; los diminutivos despectivos conviven con el tono engolado de los mediocres “en cuanto terminen el poemita”, “mi novísimo teléfono de mesa, aún brillante y lustroso, con sus broncíneos remates…”; los tecnicismos apuntan a los renovadores y audaces de principios del xx “el enorme balón de hidrógeno comenzó a balancearse perezosamente…”; los coloquialismos y vulgarismos se centran en un nivel social bajo “… y yo le digo que a una servidora no le gusta hablar… si es para hablar bien más virtud que pecado será… El caso: que yo entré en casa de…”, mientras que expresiones paternalistas y falsas quedan en boca de la alta sociedad “Decían que aquella mujer había perdido el juicio porque un amante que tuvo la abandonó por su hermana. Eso decían, que yo no lo sé”. Además la novela es un homenaje a la cultura en general y en particular a las vanguardias literarias. No extraña, pues, encontrar guiños a Berceo y los Milagros, más concretamente El clérigo y la flor: “¿Por qué cree que los santos huelen a flores cuando se mueren?... han tenido que abrir las fosas de los santos varones… se han constatado vaharadas de… rosas y jazmines…”. Alusiones a Dante “Siempre pensé que en aquella relación (entre Vilko y Beatrix) había algo dantesco…, perdone la broma”. Referencias a Julio Verne “El Victoire era un precioso globo de hidrógeno”. Mención a los clásicos “… si compusieron esos libros fue porque habían leído y estudiado a Homero, a Cicerón, a Séneca, a Tito Livio, a Horacio, a Virgilio…” Indicaciones sobre el cubismo “Ese amigo tuyo, Picardo o Picasso o como se llame, se volvería loco si tuviera que dibujar con líneas rectas a Beatrix”. Y, por supuesto, alusiones a la mitología. No sólo se especifica el mito de Hero y Leandro “… la librera enamorada se arroja a los acantilados pensando en convertir su aventura en una renovada versión del mito de Hero y Leandro”, sino que podemos considerar la novela como una moderna versión del mito de Pandora. El mito de Pandora representa el sufrimiento que debe pasar la humanidad por causa de la curiosidad de la mujer… En fin, siempre a vueltas con lo mismo. Este mito se forma durante la creación del mundo; Prometeo y Epimeteo eran titanes que debían crear a los hombres y animales y dotarlos con algún don especial, pero cuando Prometeo modeló al hombre, Epimeteo ya había gastado todos los dones en los animales, así que robó el fuego a los dioses y el hombre pudo cazar, alimentarse y sobrevivir; pero Zeus montó en cólera y como castigo mandó crear a Pandora, la “omnidotada”, la primera mujer, modelada por Hefesto (dios del fuego) a semejanza de los inmortales. Cada uno de los dioses le otorgó una cualidad: belleza, gracia, sensualidad, persuasión… Finalmente Zeus le entregó una caja para que se la diese a Epimeteo al casarse con él; por supuesto no podía abrir la caja y por supuesto la abrió, de manera que todos los males encerrados salieron inundando a la humanidad. Cuando se dio cuenta del error cerró la caja dejando dentro la esperanza. En Cabaret Biarritz, Beatrix es la omnidotada: bella, inteligente, divertida, sensual, deportista, alegre, rica, noble… y como Pandora, curiosa. Prácticamente es la que abre las investigaciones de los hechos ocurridos en 1925. El mal queda encerrado en la novela, subtitulada Los pecados estivales. De esta forma, al abrirla, como si de una caja de Pandora se tratase, van saliendo todos los males de la sociedad: La curiosidad malsana que algunos periodistas, como Montagnard, manifiestan; las orgías y bacanales celebradas en locales con ínfulas, como Villa Belza; los rumores y maledicencias que algunas criadas, como Martine, difunden de sus señores; el placer del voyeurismo, aparece con el fotógrafo Marcel Galet; la incultura y superstición vienen de la mano del noble Gedeón Wilcox; la homosexualidad de Gina-Jane sale unida a la decrepitud social; el sadomasoquismo lo trae Lili; la deshumanización de los burócratas se ve reflejada en el secretario judicial; el robo y la extorsión aparecen con Gastón el enterrador; la usura con el joyero; la pintora Sara Chambers nos acerca a la amoralidad social, el juego y el nazismo; los chismorreos tienen su fuente en la cocinera Matilde Prie; la pornografía se cobija en el empresario cultural GG; la xenofobia aparece con Fevert y las estafas de la iglesia con Margulee Du Pont; los males alcanzan a los niños, el abandono infantil, la humillación y el maltrato traumático vienen con Olivia Czewolski y Pascaline; la explotación de trabajadoras se manifiesta en Honorine Pel; la incompetencia policial o la negligencia de los funcionarios; el rechazo a lo nuevo de los mandatarios culturales ; Khalil Kimal es representante de la corrupción policial y el cohecho; el juez Du Pont refleja el encubrimiento de delitos por parte del Consejo Superior de la Magistratura; con Pauline Bellay, femme distinguée, sale la envidia… ¿Y la esperanza? Las “entrevistas a-la-Miet” desparraman los males por la sociedad de Biarritz, y el periodista se queda con la esperanza, don que toma Beatrix para partir a Nueva York con Vilko. Y, aunque parezca increíble, todo lo anterior no constituye lo más apasionante del relato. ¿Cómo es posible que en una novela sobre asesinatos y corrupción destaque sobre todo el Humor? Pues lo es; el humor aparece en todas sus modalidades: Humor absurdo, puede que con alguna influencia de Eduardo Mendoza “Se ignora por completo dónde se alojó en Burdeos, —probablemente en la estación de ferrocarril—“. Humor en la enumeración de sinónimos contextuales “Se habían perdido, o se habían extraviado, o se los habían comido los gusanos o las polillas, o se encontraban en tan lamentables…”. Humor en la elección de insultos “llamándolos cariñosamente escoria de pollos muertos”. Humor derivado de lo que Miet pretende y la realidad circundante (Miet pretende que Fourac le publique su libro y Fourac) “había estado publicando panfletos para las SS… el cadáver ahorcado de Fourac estuvo colgado en la fachada de La Fortune durante tres días…” Humor en las entrevistas transcritas literalmente pero sólo lo que dice el entrevistado “Bueno, si no le interesa… ¿y qué le interesa entonces? Ah, sí… eso. Ya. Hum…” El lector deduce la pregunta por lo que continúa contestando el interpelado. Humor en las descripciones morosas de elementos imposibles de percibir “… entre el numeroso público… dos señoras aferradas a sendas porciones monumentales de tarta de nata y bizcocho con fresas, frambuesas, grosellas y arándanos…”. Humor en la transcripción de recetas de cocina, con imágenes y comparaciones del lenguaje coloquial “…lonchas arrodilladas (pasadas por el rodillo) de carne de buey, que se enrollan con el menudillo dentro y una vez atadas como criminales se doran bien…”. Humor en la descripción de actos para enterarse de conversaciones “Bueno, señor, a mí no me parecía formal que se pusieran a hablar de cuentos infantiles… así que conseguí que aquel ataque lumbálgico se me pasara de inmediato, cogí la cucharilla, bajé a la cocina y eso fue todo”. Humor irónico en la religión "Margulée Du Pont ya no existe… Yo ocupo su nauseabundo cuerpo, pero otro espíritu habita su alma”, que llega a veces al sarcasmo “cuando crucé ese sagrado portalón de ancianísimas y venerables maderas, me juré no volver la mirada a las podredumbres del mundo…”. Sarcasmo que deviene en humor grotesco cuando aparece la hipérbole “Todo se lo contaré… no utilice mis palabras, ni cite mi apellido, ni… este monasterio, ni la orden a la que pertenezco… o rogaré al Dios del cielo que descargue contra su malhadada cabeza toda la furia del Todopoderoso…”. Humor en el equívoco “Que Dios lo perdone (a mi padre, digo; al secretario Judicial no se le podrá perdonar)”. Humor en expresiones populares “Creo que fue mi propia madre la que…consiguió difundir aquellos rumores contra mi padre… hacían bromas soeces «el señor juez ha perdido el juicio por una vieja que ha perdido la cabeza»”. Humor en la pedantería “Venit honos auro… Y si lo decía Ovidio ¿lo vamos a negar nosotros?”. Humor en obviedades “… aparte de las dificultades que se me platean a la hora de detener a un ahogado como sospechoso…”. Humor, en fin, para todo, incluso en las notas a pie de página, en las que continúa la narración tal y como la dejó en el argumento. El humor, el mito, el perspectivismo, el puzle, consiguen que Cabaret Biarritz sea una novela redonda, de las que empiezas, además, leyendo con una sonrisa y terminas de la misma manera. Puede que me haya extendido algo más de lo habitual, pero no hace mucho hablaba con una compañera, creo que amiga, del mito de Pandora. Y de pronto aparece esta novela, así que, sin dudarlo, Patro, te la recomiendo porque sé que vas a pasar un rato fantástico leyéndola. Por supuesto la buena literatura la recomiendo a todos. Enlace: http://elblogaurisecular.blo.. + Leer más |
Una novela que no pude terminar de leer, me parece que el autor no lo hace mal, pero la historia no me enganchó en ningún momento, creo que es una historia que no se hace creíble y ni siquiera me mantuvo el interés por saber como terminaba.
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Es curioso pero, a pesar de que no me llama la atención, he vuelto a leer una novela de espías sin saberlo; porque es la última de José C. Vales, a quien pienso seguir leyendo cada vez que edite algo nuevo. Me impactó tanto Cabaret Biarritz, que decidí serle fiel. Me encanta su estilo, irónico, sarcástico, ácido pero lleno de humor. Así pues, salió a la venta Celeste 65 y ya la he leído, pese a tener numerosas interrupciones, las propias de principio de curso. En este caso los espías van unidos al nacismo, estamos en 1965 y aún tenían poder; nadie había olvidado sus tropelías, ni siquiera ellos mismos, que se consideraban intocables. En principio, Celeste 65, de destacar por algo sería por constituir una parodia de la alta sociedad nicense. Por el hotel Negresgo circula lo más granado de la época, actrices conocidas como Brigitte Bardot entre otras, Rainiero y Grace Kelly… la alta aristocracia de Niza se aloja, en pleno, junto a nuestro protagonista, Linton Blint, un inglés bastante necio debido al deterioro cerebral causado por el envenenamiento que, conscientemente o no, le produce su mujer, Laurine, aprovechando los pesticidas de la fábrica de fertilizantes de la que se convierte en dueño por herencia, y por la gran cantidad de medicamentos que le proporciona su psiquiatra, la doctora Val «de labios freudianos», y que él mezcla constantemente con alcohol. Dejándose llevar por el consejo de un amigo, abandona la fábrica y su casa (se daba la circunstancia irónica, de que, encima, era un estudioso admirador de toda clase de insectos que lógicamente mueren a su alrededor, víctimas, como determinadas personas, de los pesticidas empleados por su padre), al tiempo que adquiere una nueva identidad. Y así es como llega a Niza, con una pensión desorbitada que le permite pasar una temporada sintiéndose, si no admirado, al menos respetado. La humillación sufrida tanto por su familia como por su psiquiatra «Mi Laurine resolvía, en esos casos, que era idiota […] Decía que no comprendía mis angustias; la doctora Val, sin embargo, sí que las comprendía, sobre todo el día que cobraba sus honorarios…», es sustituida por una felicidad idílica, ahora como Nigel Balquhider-Kolinch, nombre que le aconseja su amigo para evitar ser perseguido por los destrozos ambientales y humanos que su fábrica estaba ocasionando. Aun así, a pesar de alternar con la sociedad más elegante de esta fastuosa ciudad, es incapaz de vencer su timidez extrema, su ensimismamiento y su falta de personalidad «Yo no tenía ningún inconveniente en pensar lo que me dijeran que debía pensar, y corriendo el riesgo de acabar con un peligroso dolor de cabeza […] escuché atentamente sus palabras […] y desde ese momento yo también decidí alejarme del estructuralismo como si fuera el mismísimo Belcebú». Teniendo en cuenta que no era estructuralista, ni conocía la teoría, más que falta de carácter, encontramos a un ser inocente fuera de lo común, de una simpleza extrema «Francamente me parecía asombroso que alguien pudiera saber tantas cosas sobre el sexo como para rellenar seis o siete volúmenes». La joven Celeste será quien consiga despertarlo a los lujos, a la vida, al amor, y a experimentar de vez en cuando algún sentimiento de celos; sólo de vez en cuando porque la visión que Nigel tiene de sí mismo es demoledora, no sabe hacer nada ni lo intenta, se deja llevar por todos y reprime sin dificultad cualquier actividad propia de lujos excesivos «estuvimos debatiendo mi incapacidad para la actividad natatoria […] le dije a Myléne, era incapaz de coordinar los brazos, los pies, el movimiento de la cabeza, la mirada, la curvatura de la espalda, la posición de la pelvis, la inclinación de las cervicales, la respiración y…». Y así, como le va sucediendo todo en su vida, se encuentra sin saber cómo con un espía americano, Matt Mattison, que sin venir a cuento le relata sus hazañas por Alemania durante 1961, durante la construcción del muro de Berlín. En momentos como éste es cuando más resalta la ironía de Vales, pues se convierte en crítica hacia los horrores del nazismo «A Gretta la metralla se le incrustó en el cráneo […] El comando soviético se burló de ella, y jugaron a la gallinita ciega, aprovechando que no podía ver por el impacto de la metralla, y luego la violaron hasta que la creyeron muerta […] Matt decía que lo que más había lamentado —su madre— fue ver cómo había quedado el bonito uniforme de las Juventudes Hitlerianas…». Asimismo Nigel mantiene una relación pseudoamorosa con Kira Kerasimova, otra espía a la que llama Ø (el sarcasmo hacia la ocultación es evidente), y que delató a Matt, a pesar de haber sido compañeros, quien, apresado, hubo de contar todo lo que sabía sobre la construcción del muro. A partir de ahí, Linton-Nigel se percata de que está rodeado de espías, y él mismo es perseguido por el servicio de contraespionaje francés, que quiere deportarlo a Varsovia. Pero ni Kira, o Lucille Øorund, ni Celeste dan importancia a este hecho, y para tranquilizarlo Celeste llamará a los abogados de su tío (quien a su vez tiene familiares en el MI6). Mientras tanto, la fábrica de fertilizantes Blint sigue causando estragos en países subdesarrollados (de nuevo la crítica a las sociedades acomodadas del primer mundo). Sin embargo, es cierto que entre estos asuntos de espionaje, sin duda estrambóticos, algunos capítulos quedan intercalados con verdadero humor, el que te hace reír a pesar de estar en medio de hechos dolorosos. El capítulo 87, «Los días inexistentes», es fantástico. Nadie puede contar con más ocurrencia el cambio del calendario gregoriano «…el calendario que se había instituido en el Concilio de Nicea del año 325 había provocado tal descalabro en el cómputo de los días que seguramente estaban viviendo “en el día que no era”. (Esta idea me pareció a mí muy interesante […] en 1580 se decidió que había que poner la Tierra en hora y que había que adelantar esos once días […] Con gran temor de Dios se acordó que tras el jueves 4 de octubre de 1582 no vendría el 5 sino el 15 de octubre […] En una corte judicial española, según decían, un asesino quedó libre porque no se pudo decidir qué día había cometido el crimen…» Por otro lado, Vales tampoco pierde ocasión para atacar, especialmente en Inglaterra, el comercio ilegal; de la manera más normal aunque totalmente hiperbólica, el anticuario Artjans Lew «que había visto casi todo lo que puede verse en el mundo del arte y en el universo de las miserias humanas, dijo que le sorprendería que el Reino Unido tuviera leyes restrictivas […] porque no se sabía que Londres hubiera tenido jamás restricciones de cualquier cosa, incluidas obras de arte robadas, dinero procedente de los negocios más turbios y criminales, o personas». El hecho es que Celeste y su tío Artjans se encuentran con que el primer atlas del universo «La Uronographía» no será subastado sino vendido, por su condición dudosa y el origen problemático de su actual propietario. Las intrigas en el hotel se van multiplicando, así como las confabulaciones por una posición acomodada, y Nigel se encuentra inmiscuido sin saberlo ni entenderlo, aunque casi llegue a darse cuenta, puede que tarde, de todas las maniobras. Celeste 65, tal y como nos tiene acostumbrados José C. Vales en sus novelas, está plagada de expresiones ingeniosas, algunas verdaderamente jocosas. Encontramos humor en las analogías «Celeste […] se sentó a mi lado y antes de que el Citroën hubiera empezado a ronronear alegremente […] había apoyado los pies vendados en el salpicadero del coche […] dada la turbadora presencia de Celeste a mi derecha, preferí pensar en cuestiones relacionadas con asuntos más serios. Por ejemplo, los faraones de la IV dinastía». Humor en las afirmaciones imprecisas «El gerente, u otro caballero —nos resultaba imposible distinguirlo—, se mostraba intransigente». Tópicos mordaces «Entonces se abrió la puerta del despacho y salió la gobernanta, una inglesa excepcionalmente laboriosa y limpia, por ser inglesa». Agudas expresiones confusas «Me senté en la silla luisalgo». Cómicas críticas, que se hacen especialmente duras, a la alta sociedad, al comparar sucesos banales con otros severos «Los clientes del establecimiento, aburridos turistas del verano mediterráneo […] que uno llegaba a pensar que nada combinaba mejor con el croissant, el bloody mary o el modern jazz que un buen escándalo sexual o una formidable degollina al estilo del ramadán». Chistosas metonimias hipotéticas vituperables «mi cara parecía doblada y desfigurada, como un dalí lisérgico o un picasso alcoholizado». Burlonas personificaciones, pues cosifican a la persona «otras opiniones, como la del coronel Du Picq y su bigote…». Socarronas igualaciones inverosímiles «Acudieron a mi pensamiento embotado varias reflexiones filosóficas, como […] pensar que podía entender lo que sucedía a mi alrededor, […] que alguna vez se pudiera ordenar el caos del universo o la convicción absoluta de que el té ya se había quedado frío». Incluso las curiosidades que aparecen no están exentas de humor, como tratar al espía británico y escritor de las novelas de 007, Ian Fleming, como un escritor de novelas baratas de espionaje. Quizas sea Celeste 65 la novela más extraña de Vales, pues abunda, entre tantas expresiones cómicas y absurdas, la desolación y depravación del ser humano. En realidad, la vida del protagonista es amarga pero el autor tiene la peculiaridad de enfocar las situaciones desde otro punto de vista, de forma que sonriamos al leer las aventuras de Nigel, quien hace gala constante de una desmesurada estupidez, pues comienza no dándose cuenta de que está siendo envenenado por su mujer y su tía con el hexaclorobenceno de la fábrica que hereda de su padre «Con todo su cariño marital habitual, mi querida Laurine me preparó un vaso de aquella leche que sabía tan rara…» y termina sin percatarse de la justicia, poética en este caso, que preparan Celeste y su tío, el señor Levv. Nigel vive toda su vida como si fuese un sueño, y en realidad la novela es eso, un sueño de su autor, en el que el horror, los malos tratos conviven con lo más exquisito de la sociedad nicense, si bien es cierto que se vale de la metaliteratura para, mediante un guiño a su obra, conseguir que ésta se convierta en tabla de salvación para sus personajes «El señor Levv dijo que la niebla de aquellas jornadas había sido un milagro protector, hasta que llegaron a la escuela abandonada de Neuwelke, donde permanecieron escondidos tres días»; y emplea la literatura para lograr que, mediante un final sorprendente, los humillados consigan su venganza. Enlace: http://elblogaurisecular.blo.. + Leer más |
En su nueva novela, 'Celeste 65', José C. Vales traslada a Niza los ambientes de mezquindad, necedad y lujo que retrató con inflamado ingenio en 'Cabaret Biarritz' Enlace: https://elpais.com/cultura/2.. |
Gracias a la Editorial Planeta he podido leer este libro. Y creo que esta vez me han pesado las expectativas que tenía puestas en él. Me ha faltado algo para disfrutarla plenamente. Me ha faltado un poquito más de historia. Una historia que empieza bien y que me hizo leer página tras página esperando algo. Y terminé el libro y me quedé esperando... Y a pesar de esto, es una novela que se deja leer muy bien gracias a la excelente prosa del autor y gracias a ese ambiente gótico, esa atmósfera inquietante que José C. Vales lográ plasmar. Una atmósfera que nos obliga a recordar las grandes obras de Dickens, de Collins, de Austen... Y es que este libro es, ante todo, un precioso homenaje a esta literatura que tantas joyas nos ha dejado. También me ha gustado mucho los variados personajes que aparecen en la novela. Cada uno de ellos representando una virtud o defecto. Tenemos al romántico, al fanático, a la celosa... Y todas estas virtudes están llevadas casi al extremo. Y la soledad está muy presente en la novela. Porque si hay algo que tienen en común casi todos los personajes es precisamente eso, la soledad que llena sus vidas, por unas u otras razones: por fallecimiento de la esposa, por desamor, por obsesiones, por miedos, por ignorancia... En definitiva, un libro que se deja leer fácilmente y que se disfruta si no se espera mucho de él. Enlace: http://mislecturasymascosita.. + Leer más |
En el último libro que comenté, aparecía lo que significaba el amor para dos poetas auriseculares, Lope de Vega y Quevedo; en éste, José C. Vales define el amor con una concepción, aunque algo más moderna, igualmente universal: «Pero así son los pensamientos humanos: se deslizan de lo trascendental a lo intrascendente casi sin ser notados, y de la filosofía a los cuentos de ogros y miguitas de pan con la susurrante viscosidad de una serpiente. Ésta es la razón por la que, teniendo cosas importantes en las que pensar –la revolución de los pueblos y Augusta, su amor–, el señor Wimple acababa siempre pensando en la señorita Émilie Sagée.» Definitivamente José C. Vales me ha cautivado. No sé cuál de sus dos libros me gusta más porque, tanto la época como el argumento o los personajes, son diferentes y sin embargo con ambos me ha ocurrido lo mismo: los he devorado al principio, inmersa en la trama, para leer poquito a poco, cuatro o cinco páginas, al ser consciente de que llegaba al final, con la única intención de que me durara más. Y, aunque es cierto que lo que más admiro es su forma de contar, me he implicado tanto en la historia que me enfadé con el propio autor por no escribir el final que yo quería para Émilie y, sobre todo para el jardinero, hasta que comprendí que Vales había construido el desenlace más romántico. Eso es lo que caracteriza a El pensionado de Neuwelke, la magia y la ensoñación. Todo es belleza en sus páginas, hasta las que retratan al pére Balkas, capaz de figurar en pinturas sobre la Divina Comedia o sobre la peste negra. En la contraportada leemos que la novela es «la historia de una joven institutriz francesa…» y sin embargo es mucho más; la habilidad de Vales consigue que no sólo nos enteremos de la vida de Émilie Sagée sino que conozcamos a otros y entendamos por qué actúan de determinada manera. Los personajes fundamentales han tenido un pasado más o menos tortuoso que los impulsa a huir hasta encontrarse en el pensionado, lugar idílico construido por Leónidas Busch y su esposa Eveline para que las señoritas de Livonia adquirieran cultura. Sin embargo, este negocio de fines elevados y próspero desde su inauguración se desmorona a causa de las habladurías surgidas en torno a mademoiselle Émilie Sagée. La novela se divide en tres partes y un epílogo. En la primera hay una presentación de los personajes principales, el matrimonio Busch, el jardinero Jonas Fou’fingers, los profesores del centro, la chaperonne Augusta Dehmel, tres alumnas, Émilie Sagée y el pére Balkas, aunque todos descritos a grandes rasgos, sin profundizar. La segunda parte, la más extensa, constituye el relato de los hechos ocurridos durante el curso académico: los desmayos de la señorita Sagée, los desdoblamientos que perciben algunas alumnas, los celos de Augusta que la llevan a denunciar a Émilie ante el pére Balkas y el intento de éste de matarla por bruja; cómo el jardinero la salva y cómo Sagée decide internarse en un manicomio de San Petersburgo para curarse de sus males. En la tercera observamos cómo los celos de Augusta van en aumento, hasta conducirla al suicidio cuando su enamorado, el profesor Wimple rompe la relación al saber que ella fue la delatora; el abandono de las alumnas por los chismorreos de brujería y la solución que ven los profesores para salvar el centro. El epílogo es lo que ocurre con una alumna años después. No sólo los hechos son interesantes, el resto de elementos de la narración merecen una atención especial. Así el espacio y el tiempo, siempre relacionados, fluctúan entre el presente del Realismo (último tercio del siglo XIX en Londres, donde se escribe el relato) y el pasado (1844 en Wolmar, cuando y donde sucedieron los acontecimientos). Entre ellos aparecen otros, como meros informadores de residencia para algún personaje; todos conforman un elemento fundamental pues son depositarios del cariño que siente hacia ellos el autor. Todos son analizados de manera que, hasta sus actos más reprobables son entendidos por el lector pues las debilidades que presentan no constituyen sino la consecuencia de su locura, como en el caso del pére Balkas o Augusta Dhemel, o de su incultura, como demuestra la criada Latia. La situación de la mujer, conformista ante su destino, queda plasmada en la novela. Ésta, asumiendo su condición de sufridora y de estar destinada al daño, acepta desde niña lo que le depara la sociedad o la naturaleza; pocas veces se queja, al menos públicamente, nunca se rebela; las alumnas del pensionado así lo tienen asumido «…Aquellas palabras, por alguna misteriosa razón, ejercían un poder asombroso en las jovencitas, que se negaban a pasar por “niñas remilgadas y lloronas” y hacían todos los esfuerzos gástricos inimaginables por no dejar en el plato ni una sola hebra de aquel morcillo gelatinoso…»; en todo caso y a fuerza de vivir algo indeseado una y otra vez, se autoinfringe un daño irreparable «Sin embargo, cuando se encontraba sola o en la oscuridad de la noche, la pobre señorita Dhemel se deshacía en llanto y lamentaba su suerte –su mala suerte, en realidad– entre suspiros y congojas» La tristeza de la mujer es evidente en la vida, sólo se le permite cierta efusividad y alegría durante la niñez, porque ya se sabe «…a ciertas edades lo que conviene es guardar silencio, adelantarse lentamente y cerrar la puerta por la que han huido la juventud, y la belleza, y el amor. Y luego coger la labor, y pensar con sosegada resignación en lo hermoso que va a quedar el bordado de violetas con hojitas verdes». El grupo de profesores constituye un reducto aparte de «verdadera sabiduría pedagógica», el profesor de historia, el señor Klöker, cuyo único interés era el imperio romano; el escuálido señor Schafthausen, para quien los números tenían significados que «el resto de los seres humanos ignoramos». Las lenguas y la literatura correspondían al señor Wimple, era bien parecido, solía recitar versos de Byron y Shelley, por lo que las internas se enamoraban de él hasta que «cortaba las efusiones líricas de sus alumnas con una ración intensiva de gramática»; el grupo se completaba con «la esférica señorita Amalia Vi, una mujer con sabiduría mundana que asombraba a todos los profesores» y a pesar de enseñar a las alumnas labores típicamente femeninas, ella manifiesta un carácter fuerte y decidido que no concuerda con el de la mujer de la época, por lo que será tratada en la novela como parte de un colectivo. En realidad pocos trazos le bastan al autor para informarnos del pasado de los personajes en el momento oportuno; con analepsis perfectamente utilizadas la trama no se desvía de su curso y el lector no se pierde en divagaciones, antes al contrario, lo poco o mucho que sabemos de la vida de ellos no es más que un soporte para justificar sus actos y su personalidad. Todos recogen en sus diálogos el afecto que Vales les profesa, aunque he descubierto cierta debilidad por el jardinero Jonas Fou’finguers y las tres Cárites. El jardinero es quien abre la novela para recoger a mademoiselle Sagée cuando es contratada como profesora de francés. Al final se ocupará de llevarla a su destino, y durante el relato mantendrán una complicidad fantástica, pero no sólo es bueno con ella, Jonas, aunque intente disimular, se comporta con todos con una bondad fuera de lo común «…a Jonas no le importaba que sus soldadas se estuvieran retrasando cada vez más, pero […] si se le decía al profesor Schafthausen que no había dinero para su lote de libros mensuales […] ¡Era capaz de alzar el vuelo y emigrar a países más cálidos! Pero, sobre todo, el colegio no se podía arriesgar a un disgusto con la salud de las niñas…» En cuanto a Sönke, Julie y Antoinette juegan un doble papel; por un lado forman parte del grupo de alumnas mayores del pensionado, normalmente van juntas, como las tres Cárites, hijas de Zeus, que parecen haber donado sus gracias a las tres jóvenes; de ahí que Sönke, como Aglaya “la resplandeciente”, simbolice la inteligencia, la intuición del intelecto «Sönke, con su infernal pelo anudado en dos maléficas coletas, se encogió de hombros […] Si nuestra señorita no le importara en absoluto (a Augusta), la habría alabado moderadamente […] Pero como la odia y no quiere que se note, no dice más que maravillas de la señorita Sagée». Julia hereda de Eufrósine la alegría, de hecho representa la felicidad «Cuando Sönke contaba aquella aventura, Julie se tapaba la boca, casi abrumada por tanta maldad, y luego se reía llenando le jilgueros las estancias de Neuwelke…» Y Antoinette porta, como Talia, el significado de “florecer” «Antoinette de Wrangel, la ingenua y hermosísima hija de un noble polaco […] escondía la risa entre las manos…» Por otro lado, estas alumnas, las preferidas de mademoiselle Sagée –los seres fantásticos se atraen– son las narradoras indirectas de la historia. Al principio de este análisis comenté que El pensionado de Neuwelke no tenía nada que ver con Cabaret Biarritz y, sin embargo, los narradores sí mantienen en común el hecho de que cuentan lo que antes les han contado diferentes testigos de lo sucedido. Con esta técnica asegura un mayor realismo a la novela. Quien relata los hechos es un narrador externo, diplomático inglés al que Julie le cuenta los sucesos de 1844, durante una velada en Londres de 1852, cuando ella tiene 22 años y va acompañada por su hermano y su novio. Veinte años más tarde este diplomático coincide en Varsovia con Antoinette y, casualmente, vuelve a relatar lo ocurrido en el pensionado. Más adelante, en Viena, coincide con Sönke quien aporta más curiosidades a los hechos, de manera que dicho diplomático acude a Wolmar y allí entrevista a los testigos que aún quedan en esa institución y en el pueblo. Asimismo el narrador es autor de la novela y dirige constantemente apreciaciones al lector para ser tenido en cuenta como argumento de autoridad «(Puedo describir el lugar con alguna precisión porque tuve el privilegio de estar allí cuando visité Neuwelke)» «(Debo señalar aquí, aunque no sea una práctica común entre los autores, que un servidor tuvo en sus manos esa tablilla…» Otras veces las alusiones al lector llevan el objetivo de convencer sobre la realidad que está contando, como es el caso de la locura de Augusta «(Aquellos lectores que por fortuna no hayan tenido que prestar mucha atención a los desórdenes de la cabeza…» A veces la voz del narrador se mezcla con el monólogo interior o el flujo de conciencia de algún personaje, en un estilo indirecto libre, inconfundible ya en nuestro autor, del todo efectista para describir situaciones clave de la novela «Estás loca, no quiero volver a verte […] En fin, son cosas que se dicen, pero no se piensan. Augusta estaba segura y confiaba en que aquello no pasaría de ser un enfado sin importancia […] Este nudo […] Porque lo importante es lo importante […] Estás loca […] Qué extraño ruido el que hace la seda…» Y, por supuesto, toda novela romántica que se precie debe ser, si no entera en parte, epistolar. En la que nos ocupa, es mademoiselle Sagée quien escribe cartas a su cuñada Violette; en ellas nos enteramos del tormento que ha debido pasar en los institutos a los que ha ido, las humillaciones del pére Balkas, su intento de asesinato, su entrada al pensionado, su decisión de desaparecer,… en fin, las cartas suponen un flujo de conciencia que va consiguiendo una empatía total del lector hacia la institutriz. En esta historia terrible, de locura, ansias de venganza, intolerancia, fanatismo, muerte, humillación, conformismo, destaca el buen humor de José C. Vales. El estilo es supremo, dotado con un humor entrañable que, en todas sus variantes, envuelve a los personajes; destacan las asociaciones inusuales entre el significante y el significado «sólo un hiperbólico diría que había cuatro millas». También hay humor en alusiones literarias traídas a la realidad «Vaya, señor Wimple, viene usted vestido hoy como el joven Werther. Espero que no se dispare mientras yo esté presente». En metáforas animalizadoras «El profesor […] famoso en la institución por su parecido con las aves zancudas, le había crotorado en la cara al señor Klöcker…» «…con un atavío que lo convertía claramente en una zancuda migratoria…» «Y se marchó con dignidad cicónida.» Humor en las constantes comparaciones excesivas para describir a ciertas personas «…la señorita Amalia Vi, elogio vivo de la opulencia» «… de magnificencia perimetral…» «…la planetaria señorita Vi» «…las preguntas de la señorita Amalia Vi y su órbita particular…» Situaciones obvias que se describen con normalidad y arrancan, precisamente por eso, una sonrisa del lector «Y las tres cumplieron estrictamente sus promesas durante los 16 minutos siguientes: un tiempo más que razonable en jovencitas de su edad». Por supuesto no faltan pinceladas irónicas destinadas a ese lector que juzga la cultura de los personajes «…sea justo el lector y recuerde que incluso él ha sido ignorante antes de saberlo todo» Empleo de aclaraciones que se convierten en lítotes humorísticas en la explicación del significado «Allí, desde tiempos inmemoriales (unos cuarenta años, aproximadamente)» Y, aunque José C. Vales es único dibujando personajes sólo con adjetivos, que en ocasiones constituyen verdaderos epítetos épicos, «la joven de los cabellos refulgentes», «la cigüeña científica», destaca también por sus grandes comienzos de capítulo; algunos toman prestadas definiciones científicas para algo que no lo es en absoluto «Uno de los grandes misterios de este mundo es el movimiento de traslación de los rumores.» Otros utilizan acontecimientos históricos para ser comparados hiperbólicamente con sucesos del argumento «Hay quien asegura que la caída de Constantinopla, el incendio de Londres o la batalla de Austerlitz fueron acontecimientos trágicos […] no eran más que fruslerías en comparación con lo que aconteció en aquella primera semana de abril de 1846.» El empleo del vocabulario es magistral; el lenguaje culto puebla las páginas dotando a la narración de una calidad exquisita: horrísonos alaridos, ígneos presagios, percherón bayo, tan lejos de su predio, morir de muermo, invocar a los manes. Los tecnicismos (erisipela, el pope, como si un gigantesco titiritero estuviera manejando las crucetas de mi vida, labios Fragonard) conviven con latinismos (mathesis universalis), metáforas literarias (cruzar el piélago literario) y referencias a lecturas clásicas (La Iliada) o coetáneas de los hechos (Nôtre Dame de Paris) para conformar una verdadera obra Romántica. Sólo la estancia en el manicomio constituye un guiño irónico hacia la mujer novecentista, que hoy nos hace sonreír ante la posibilidad de que sor Ivonne pudiera sanar a Émilie de la histeria diagnosticada. Señor Vales, espero que dedique veinte horas al día a escribir hasta que no salga su próxima novela. Enlace: http://elblogaurisecular.blo.. + Leer más |
Gregorio Samsa es un ...