Un plan sangriento: El caso Roderick Macrae de Graeme Macrae Burnet
Después de que el cuerpo de mi madre fuese entregado a la tierra, recorrimos los páramos en solemne procesión. El día, como es habitual en estos pagos, estaba completamente gris. El cielo, los montes de Raasay y el agua del Canal sólo ofrecían variaciones mínimas de esa tonalidad. Mi padre no derramó ni una sola lágrima, ni durante el sermón ni después. Su rostro adoptó la pétrea expresión que, desde ese momento en adelante, rara vez mudaría. No tengo ninguna duda de que se tomó las palabras del señor Galbraith al pie de la letra. En lo que a mí se refiere, estaba absolutamente seguro de que no había sido por los pecados de mi padre que nuestra madre nos había sido arrebatada, sino por los míos propios
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