Vera

Vera, novela de intriga aparecida en 1921 de la mano de Elizabeth von Arnim, es valentía en cuanto a lo que narra, y emoción y tristeza debido al importante componente autobiográfico que la acompaña. Emotiva y valiente, porque Vera nos muestra la cara más dura del maltrato psicológico y verbal. Nos presenta a la chica frágil e inocente, deslumbrada por el amor maduro, y la larga sombra de los fantasmas del pasado encarnados en el personaje de Vera. Vera es sólo un recuerdo, un personaje que ni siquiera aparece, pero da nombre a la novela, azotando con total brutalidad el presente.
Precursora de novelas de la talla de Rebecca, escrita en 1951 por Daphne du Maurier, su base y temática puede guardar grandes similitudes, aunque el desarrollo y mensaje que transmite no tenga nada que ver. No estamos ante una novela de acción ni un thriller clásico, si no frente a una novela psicológica y cargada de profundidad. Vera nos arrastra al infierno de la culpabilidad impuesta y del miedo sugerido, el peso de una relación dependiente, sumisa y tóxica hasta niveles de borrar la propia identidad.
Escrita con un lenguaje sencillo, incluso infantil por momentos, la narrativa, sin embargo te envuelve totalmente, adentrándote en la historia y cogiéndote de la mano sin dejarte salir. Una novela asfixiante, opresiva, que nos deja sin respiración en cada página, como un puñetazo en la boca del estómago.
Ha sido su final quizá lo que, a priori, menos me ha gustado, un final sencillo, que tuve que digerir durante días. Inesperado en cuanto a que no se acercó ni por asomo a todas las disparatadas conjeturas que me había montado en mi cabeza y sin embargo perfecto y aterrador en su significado, un golpe de dura realidad.