La caja de hueso: 209

Publicado por primera vez en 1941, fue parte de la colección El ojo sin párpado de finales de los ochenta, editado por Siruela. Es un relato perturbador, por momentos poético y otros tanto macabro, en el que se narra la obsesión amorosa de un hombre, que lo conduce irremediablemente a la locura.
“Yo amaba a Margaret, Margaret me amaba, y sin embargo, sí, había momentos en que era desdichado, tan desdichado que me hubiera echado a llorar. '
Al principio no podía explicarme aquella tristeza que lo ensombrecía todo, alrededor de mí y dentro de mí. Me decía: “Soy desdichado porque soy demasiado feliz”. Pero, poco a poco, la razón se iluminó a través de tanta opacidad y supe que sufría porque jamás me sentía lo bastante cerca de mi mujer. Por mucho que la tuviera en mis brazos, la estrechara contra mi pecho hasta aplastarla, su cuerpo era siempre un cuerpo al lado de mi cuerpo, su cerebro, un cerebro al lado de mi cerebro, su corazón, un corazón al lado de mi corazón. Y aquello no dejaba de sorprenderme. ¡No poder ser uno con lo que se ama!”
Es una novela corta, en la que se encuentran varios pasajes bellos y profundos, y en la que nos asomamos a los abismos de la perturbación mental y la violencia devastadora. Si bien su desenlace, plagado de fantasía, no llegó a convencerme del todo, me pareció una lectura por demás fascinante, con una excelente prosa y la ambientación gótica que tanto me seduce.
“Consideraba a Dios infinitamente cruel por haber hecho que me uniera tan fuertemente a Margaret, por haber de alguna manera alimentado mi amor, el cual, sin aquella aportación divina, hubiera sido muy poca cosa, por haberme permitido acercarme tanto a aquella mujer querida, tocarla, penetrarla incluso y por haber puesto trabas después que hacían vanos todos mis esfuerzos por poseerla de forma absoluta. ¿Acaso el Señor no me recordaba de este modo que mi amante era suya antes que mía? Él solamente me la había prestado, pero podía disponer de ella como quisiera, y quitármela para siempre si quería.”
Mhyrra Peské nació en 1902 en París y fue hija del pintor Jean Peské. Con solo 8 años escribió sus primeros poemas, que llamaron la atención de Guillaume Apollinaire, amigo de su padre. Apollinaire seleccionó varios de estos poemas para una exposición, pero moriría antes de consumar el proyecto. al llegar a la adolescencia, Mhyrra cambió su firma por la de Antoinette, dejó de lado la poesía y se lanzó a la narrativa con “La caja de hueso”. El germen de este relato fue una entrevista de su autora con un hombre al que habían ingresado en un psiquiátrico a resultas de un delirio amoroso.
Tras un instante de éxito, “La caja de hueso” se esfumó de las librerías. Peské contrajo matrimonio con Pierre Marty y colaboró en algunos cuentos juveniles de la saga de Fantomas. Tendrían que pasar 50 años para que, ya convertida en anciana, publicase una segunda novela firmada a medias con su marido; “Ici, le chamin se perd” (“Aquí, el camino se pierde”), inédita en castellano a día de hoy, pese a su éxito y las buenas críticas recibidas en periódicos franceses como le Monde y le Figaro.