Las conciencias, pues, están a la luz, y es así como las casas impenetrables, oscuras y silenciosas, no tienen misterios.
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Las conciencias, pues, están a la luz, y es así como las casas impenetrables, oscuras y silenciosas, no tienen misterios.
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¡Espantosa condición del hombre! Todo lo que constituye su felicidad proviene siempre de la ignorancia.
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Esta piedad, que albergaba el corazón de Grandet y que la vieja agradecía, tenía un no sé qué de horrible. La atroz piedad de avaro que despertaba mil placeres en el corazón del viejo tonelero, representaba para Nanón la suma de su felicidad.
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En todo momento las mujeres tienen más motivos de dolor que el hombre y sufren más que él. El hombre tiene su fuerza, y el ejercicio de su poder actúa, se mueve, se ocupa en algo, piensa, abraza el porvenir y encuentra en ello consuelo. Así le pasaba a Charles. Pero la mujer permanece, se queda frente a frente con su pena y nada la distrae de ella; llega hasta el fondo del abismo que la pena le ha abierto, lo mide y a menudo lo llena con sus deseos y lágrimas. Eso le pasaba a Eugénie.
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El dinero devora todo lo que toca, lo corrompe todo y hasta inutiliza los sentimientos más puros y legítimos.
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Las lágrimas son tan contagiosas como puede serlo la risa.
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¿No es acaso el Dinero con toda su potencia, representado por una sola fisonomía, el único Dios moderno en el que se tiene fe?
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En ciertas ciudades de provincia hay casas que, al contemplarlas, inspiran una melancolía igual a la que provocan los claustros más sombríos, las landas más yermas o las más tristes ruinas.
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¿Cuál de los siguientes libros fue escrito por Gustave Flaubert?