Veinticuatro horas en la vida de una mujer

Fue en el pueblo. Estábamos pasando una semana allí, ya me había acabado "Los juegos del hambre" y me apetecía algo totalmente diferente. Rebusqué en las estanterías que tenemos, que son una mezcla entre mis libros de la infancia y clásicos de mis padres y me fijé en este título (no era esta edición, por cierto, creo que la que leí tiene más años que yo), porque había oído hablar del autor y lo vi tan cortito que pensé "por qué no".

Madre mía. Sentada en Soria bajo un sol de justicia, no podía soltar el libro, así acabase achicharrada. Ese día en la vida de esa mujer me tenía totalmente absorta, sus emociones eran las mías, sus miedos y pasiones me encogían el corazón. No es que pase algo increíble en cuanto a trama ni nada por el estilo, pero el autor logra estremecerte y meterte de lleno en la piel de los personajes, o que ellos se metan bajo tu piel. Me duró un suspiro, ya que es tan breve, tan intenso y tan apasionado, que tenía que leerlo del tirón. Las veinticuatro horas de esa mujer apenas fue una hora en mi vida, pero una hora decisiva.

Porque esa tarde me enamoré de la obra de Zweig. Busqué como loca por casa a ver si teníamos más y no encontré nada. Me sentí abandonada. Necesitaba más de este autor, de esa maestría, pero no pudo ser. Y como una es adicta a los libros, pues cambié de tercio y no recuerdo qué libro cogí después, porque no superó a este, obvio.

Aún así, ese ansia se calmó, pero no la firme decisión de ir leyendo poco a poco a este autor y cruzando los dedos para que Alma incluyera al autor en su colección de clásicos ilustrados, mis oraciones fueron escuchadas y aquí estoy yo feliz, con varios de los libros de Zweig en casa, unos leídos y otros esperando su turno, pero con la esperanza de que os haya picado la curiosidad y os animéis también a leer su obra, que no deja indiferente.