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Crítica de Paloma


Paloma
23 June 2020
En los últimos años, Stefan Zweig se ha convertido en uno de mis autores favoritos y sus cuentos y novelas cortas me parecen espectaculares –obras con una profundidad en los personajes y con un lenguaje impecable, que me han conmovido de manera profunda. Entonces, quizá no hay alguien más sorprendida que yo misma ante el hecho que este libro no me cautivó como otros de los textos del autor austriaco.

Ahora bien, no se trata de la escritura ni de la calidad, que como todo lo que él produjo, es del más alto nivel. En este aspecto, he de reconocer que creo que lo que afectó mi percepción y el disfrute de este texto es que no puede evitar leerlo con los ojos de una lectora del siglo XXI y vaya que desde esa perspectiva, dos aspectos me molestaron de alguna manera.

El primero es que se trata de un texto totalmente eurocentrista –todos los grandes momentos estelares de la humanidad que Zweig apunta fueron realizados por europeos. Y bueno, basta decir que no estoy de acuerdo. Obviamente entiendo que Zweig escribió desde su tiempo, desde una época en particular y él era un hombre de su tiempo, pero aun así, si en su ficción es capaz de explorar sentimientos tan universalmente humanos, ¿por qué no pudo hacerlo también en la historia? Creo que a principios del siglo XX ya había bastante conocimiento de las obras o aportaciones hechas por otras culturas y me hubiera fascinado leer estos hechos en la pluma de Zweig. ¿Dónde quedó la construcción de las pirámides egipcias, la invención de la escritura, el primer lenguaje del hombre, el sánscrito, o bien la invención del cero por los mayas? Incluso, en la estampa que en mi opinión es la mejor de todas, El descubrimiento del Océano Pacífico mi emoción se vio un tanto mermada. Sin duda, el retrato que hace Zweig de esa odisea y de Núñez de Balboa es extraordinaria, y es uno de mis temas favoritos de la historia pero al final, afirma que Núñez fue “el primer hombre en ver ambos océanos desde la cima de una montaña”. En este caso, ¿no fueron los pobladores originales de la zona quienes vieron muchos siglos antes ambos mares y lo conocían a la perfección?

El segundo aspecto que me incomodó bastante se reduce a una sola línea. Ahora no recuerdo bien en cuál de las estampas históricas fue, pero Zweig afirma, palabras más, palabras menos, que fue culpa de una mujer que fue de chismosa y descubrió el secreto de alguien más y arruinó un plan. Porque claro, a las mujeres se nos dan naturalmente los chismes, ¿no? Por lo general, soy cuidadosa y entiendo que los autores escriben desde un contexto particular y en este caso, Zweig venía justamente de un mundo clásico, tradicional que comenzaba a derrumbarse tras la Primera Guerra Mundial. En ese sentido, no juzgo lo que escribe pero tampoco puedo evitar cierta molestia, porque es prejuicioso. Creo que en este libro Zweig perpetúa dos temas que desde siempre han generado debate –las ideas preconcebidas de que los europeos son superiores y más específicamente, los hombres europeos.

No por ello voy a dejar de admirar ni seguir leyendo la obra de este autor –de hecho, como dijera mi querido García Márquez, “el único deber de un escritor, y el deber revolucionario si se quiere, es escribir bien” y vaya que jamás se le podrá reclamar a Zweig de no cumplir. Sin embargo, me permito diferir y criticar este libro, que me he parecido con algunas fallas y no tan memorable –y salvo tres de los momentos, incluido el descubrimiento del Pacífico, el viaje hacia el polo sur, y la reconstrucción que hace de los últimos días de Dostoievski- los demás me parecieron, regulares. No me movieron profundamente, como otros de los textos de Zweig.
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