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Crítica de Guille63


Guille63
06 March 2023
A la tercera va la perdida, una pena después de las maravillosas lecturas que fueron Germinal y Nana. Y eso que la cosa no pudo empezar mejor. Me parecía estar leyendo una de esas novelas duras de Simenon donde el autor recrea de esa forma tan genial exasperantes atmósferas en torno a personas anodinas, sin carácter, como animalillos que la vida maneja a su antojo, que nos inducen a esperar lo peor de ellas…

“…mostraba siempre un humor uniforme y acomodaticio; ponía toda su voluntad en hacer de sí un instrumento pasivo, de complacencia y abnegación sumas.”

… personas en las que de pronto se desbordan unas emociones de las que nadie les creyó capaces y que llegado el momento fatal les es imposible controlar ni les quedan fuerzas para postergar unos deseos que sienten de forma tan imperiosa.

“En lo que a ella se refería, hallaba una amarga voluptuosidad en el hecho de engañar a Camille y a la señora Raquin; no se holgaba, como Laurent, en una rudimentaria satisfacción de sus deseos, inconsciente del deber; sabía que estaba cometiendo una mala acción y le entraban feroces deseos de levantarse de la mesa y besar a Laurent con todas sus ganas para que su marido y su tía viesen que no era un animal doméstico y que tenía un amante.”

Todo iba bien, realmente muy bien, en este camino sórdido y fuertemente inclinado hacia una amoralidad que era más un desquite rabioso que una oportunidad de placer.

“¡Ay, cómo estaba engañando a aquella buena gente y qué feliz la hacía engañarla con tan triunfal desvergüenza!”

Y esto fue el primer tercio del libro. El resto fue un tedioso rumiar la culpa que se extendió a lo largo de los dos tercios restantes. Hasta tal punto llegó a aburrime que pocó faltó para calificarla solo con dos estrellas, pero dada la simpatía que siento por el autor y lo que disfruté de ese primer tercio de la novela al final cedí.


Un último apunte. A pesar la larguísima penitencia que sufren los dos protagonistas, la crítica de la época se ensañó con la novela tachándola de obscena por reflejar de forma tan explícita las pasiones y el comportamiento vil de los personajes (también se dice que es la obra inaugural del estilo naturalista del autor y ya se sabe que los comienzos no son nunca fáciles). Tanto es así, que el autor sintió la necesidad de acompañar las siguientes ediciones de un prólogo de explicación y réplica. No deja de ser curiosa esa reprobación pública, pues es tal el ensañamiento del autor con los personajes y su obsesivo remordimiento, es tal el autocastigo, que el comportamiento previo queda claramente postergado a un segundo plano.
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