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La emoción en Tan poca vida es como una nube de tormenta cargada de electricidad que te sobrevuela y espera el momento en el que menos te lo esperas para descargar todo su peso sobre tu cabeza. Sabes que está ahí, junto a las otras nubes, y no sabes en qué instante caerá la primera gota. Pero entiendes (de eso no tienes dudas) que lo hará. Se llora mucho con Tan poca vida. Se llora porque cada palabra es una elipsis del amor. Escondido y a la vez a la vista. Hecho de gestos y no de sonidos. Amor desinteresado, puro, lleno de vida, aunque a veces sintamos que nos falta. Se llora porque Jude es un hombre bueno que siente que está de prestado, que sufre y se retuerce por lo que le hicieron en el cuerpo pero, sobre todo, en el alma. Que se cree indigno, maldito. Un hombre bueno al que un hombre malo destruyó. Y al que siguieron destruyendo cada día, encadenando su espíritu a las cicatrices que nunca se borran, alimentando a las bestias que le ganan la batalla a tanto amor, a tanta vida. ***Leed este libro si queréis entender a los Rotos. Si queréis saber por qué hacen lo que hacen; por qué el amor, por mucho que se lo proponga, no puede con todo. |
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