InicioMis librosAñadir libros
Descubrir
LibrosAutoresLectoresCríticasCitasListasTest
>

Crítica de Guille63


Guille63
06 March 2023
Me impresionó Woolf con este libro, el primero que leí de ella. Me gustó todo, letra y música; todos los modos de la narración me parecieron portentosos. Me maravilló ese narrador de espíritu juguetón que nos va colando en el alma de los personajes para mostrarnos sus monólogos interiores caóticos, enrevesados, entrecortados, dispersos, saltarines. Me encantaron esos diálogos icebergs donde se mezcla con tanta agudeza lo dicho, lo callado y lo ni siquiera pensado. Y hasta con el discurso más tradicional de un narrador omnisciente supo estar a la altura.

Un libro soberbio acerca del paso del tiempo y la soledad, repleto de las obsesiones, miedos y debilidades de la autora. La literatura debió de servir a Woolf de catarsis y, al mismo tiempo, como vía de comunicación, siempre difícil, siempre imperfecta, siempre deficiente, siempre decepcionante, con los otros y con el universo todo.

El tema de la soledad abarca tanto la imposibilidad de comunión con los demás como el enfoque existencial de un individuo sin dioses, solo ante el mundo y ante sí mismo sin una base sólida a la que aferrarse.

Y en esta soledad, el tiempo, que imperturbable e indiferente nos va machacando sin piedad, que incomprensiblemente ya transcurría antes de nuestra aparición y seguirá avanzando igual de incomprensiblemente después de que nos hayamos ido, mantendrá el ritmo de la fiesta sin importarle que la muerte haga su presencia en ella una y otra vez.

La novela es una muestra de la habilidad e inteligencia de la autora para las situaciones, tanto las que mantienen el hilo de pensamiento como todas aquellas engarzadas para crear el ambiente adecuado, para transmitir el sentimiento correcto o para describir el rasgo definitorio de cada personaje.

Unos personajes que parecen recoger cada uno de ellos alguna parte de ella misma, partes no queridas. La visión de conjunto sobre el ser humano es desoladora. Un ser dejado de la mano de dios, necesitado de comunicación, de roce e imposibilitado para una intimidad real, para un profundo conocimiento del otro, que le deja desamparado. Un ser veleidoso, caprichoso, vanidoso y perplejo ante la complejidad de la vida, que es incapaz de comprender como las cosas no pueden funcionar de forma más sencilla, tan fácil como acercarse a esa bella muchacha que el azar, que no es el azar, ha puesto en nuestro camino y decirle “Venga conmigo a tomar un helado” y que ella nos responda naturalmente “Ah, sí”.

Woolf es dura con el ser humano en general, pero fundamentalmente con ella misma. Es dura con la cobardía de Clarissa ante la realización de sus deseos, con su debilidad ante la opinión de los demás, con su esnobismo. Es dura con la inseguridad de Peter Walsh, siempre manoseando su cortaplumas, con su falta de ambición, con su falta de lucha en la consecución de sus objetivos, con su cobardía para hacer frente a sus sentimientos. Es dura con la frialdad ecuánime de Richard, con su serenidad, con su falta de pasión, con su falta de sensibilidad artística. Es dura con la insustancialidad de Hugh, con su bobería, con su autocomplacencia.

Pero sobre todo es dura, durísima, con la señorita Kilman, lo cual es muy llamativo. La señorita Kildman que parece encarnar a la mujer liberada, autosuficiente, alejada de injustos sentimentalismos y capaz de hacer frente a la opinión dominante si la cree injusta, concentra, sin embargo, una buena parte de los odios de Woolf, quizás de los odios contra sí misma: odia su inteligencia (“la inteligencia es estúpida”); su falta de compasión, su trascendentalismo frío; sus aires de superioridad, su intolerancia, su afán por someter a los demás con su alta moral y, cómo no, también su debilidad.

Solo dos personajes se escapan a esta impiedad con el ser humano. Uno es Sally Seton, posiblemente la representación de su deseo, de su ideal, el espejo donde Clarissa no quiere mirarse, la independencia sin pretensiones, la claridad de sentimientos y de ideas, la mujer libre y dueña de sí misma. El otro es el encargado de, en base a sus opiniones y a su propia vida, darnos una buena parte de esa imagen tan descorazonadora del ser humano, el imposibilitado para sobrellevar la vida, el desesperado que ve la muerte como un abrazo, Septimus Warren Smith. Parece que este también tenía mucho de ella.

Comentar  Me gusta         10



Comprar este libro en papel, epub, pdf en

Amazon ESAgapeaCasa del libro
Apreciaron esta crítica ()(1)ver más