Los chicos de la Nickel

Elwood Curtis parecía tener un futuro prometedor por delante: un chico de raza negra que viene con su abuela, bastante inteligente y buen estudiante, trabajador y seguidor entusiasta de los discursos de Martin Luther King y la lucha por la igualdad y la libertad de los negros. Pero la vida y la casualidad a veces nos llevan por caminos inesperados, y Elwood es enviado al reformatorio Nickel, falsamente acusado del robo de un coche. El reformatorio Nickel, conocido por “convertir a sus internos en hombres hechos y derechos” encierra una horrible realidad: corrupción, racismo, tortura, abuso y la desaparición de niños sin explicación.
A pesar de todo este ambiente, Elwood, creyendo que aún puede luchar contra la injusticia como ha aprendido del doctor King, intenta seguir todas las reglas y respetar a la autoridad, creyendo que esta será la forma más rápida de salir del reformatorio y retomar su antigua vida.

La capacidad de Colson Whitehead de entremezclar situaciones del presente con flashbacks recónditos del pasado es extraordinaria, estructurando el libro en tres partes: la primera con la infancia de Elwood, donde nos situamos en la Norteamérica racista de mediados de siglo; la segunda, su experiencia en el reformatorio donde conocer al otro gran protagonista del libro, Turner, que se convertirá en su gran apoyo; y la tercera, el adulto que ha crecido los traumas del reformatorio.

Esta es una novela conmovedora y dura -con varias pausas y días sin leer incluidos para poder seguir avanzando-, y brillantemente escrita por la cómo se desarrolla la historia.
Y aunque, al final, descubrimos que los hechos que suceden son ficción (aunque se basa en un reformatorio que realmente existió en Florida y que estuvo en funcionamiento durante más de un siglo), necesitamos que esta parte de la historia no caiga en el olvido para conocer la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos.
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