Los chicos de la Nickel

El horror existe. Nos golpea desde el televisor. Desde la tinta del periódico, la pantalla de nuestro teléfono móvil. El horror ha existido siempre. Es posible que nunca termine. La única esperanza es nuestra voz. ¿Cuántos estamos dispuestos a alzarla?

En 2014, en Florida, se encontraron los cadáveres de más de ochenta adolescentes enterrados en el jardín fe las instalaciones del reformatorio donde se encontraban recluidos. Un instituto-reformatorio en el que se inspira Colson Whitehead para escribir Los chicos de la Nickel (Random House, 2020), por el que obtuvo el Premio Pulitzer.

Elwood Curtis, un joven de color, se encuentra en el peor momento en el lugar equivocado. Y, aunque su intención era la de acudir a unos cursos que le permitieran acceder a una vida mejor, alejada del segregacionismo americano de la época, termina en la escuela Nickel, de prometedora apariencia, que, en realidad, tan sólo es la fachada que encubre torturas, vejaciones y dolores varios. Incluso la muerte. La osadía es plantearse saltar el orden natural, no aceptar que los negros tienen su lugar y que cada puesto en la jerarquía posee un sentido. El desafiará las normas y apostará por una salida diferente del infierno en el que ha terminado debido a un golpe de mala fortuna.

Sin dejar de lado el dolor o la crueldad, Whitehead utiliza un estilo sencillo, tierno, suave y respetuoso. Narra desde una modestia que coloca en primer plano la tragedia y fuerza al lector a enfrentarse a la vergüenza de algo que, quizá, no esté ni tan lejano en el tiempo, ni tan superado socialmente.
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