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Edith Wharton demuestra nuevamente el arte de que es capaz al tratar la naturaleza humana en espacios y sociedades convencionales. En esta novela corta me ha sorprendido uno de los personajes, que pese a representar el prototipo de mujer de la alta sociedad neoyorquina, escapa en determinados momentos a los convencionalismos, y lo hace con progresiva autodeterminación. Es de resaltar también la forma como la escritora despliega a lo largo de la novela las consecuencias que tienen los silencios y las acciones que se acometen para adaptarse a lo socialmente convenido… como esos silencios adoptan otra naturaleza cuando ya no es posible la represión y la contención. Y cómo es capaz de plasmarlo en diálogos muy vívidos y al mismo tiempo concisos. Me enamoré perdidamente del simbolismo presente en los momentos de costura y bordado… un clásico dentro de un clásico. — |