El testigo ocular

Hay tantos escritores y escritoras por conocer que a veces me agobio al pensar que no podré leer todo lo que quiero en esta vida tan corta para según que cosas. Por eso es muy importante rebuscar en las librerías con buen fondo, para descubrir algunas piezas interesantes. Créanme cuando les digo que en Internet y en los medios de comunicación de masas no está todo. Pero iré al grano. El testigo ocular, de Ernst Weiss, ha sido un acierto y que añado a mi querida biblioteca privada. Decir que se editó en su día por Ediciones B dentro de su colección Narradores de hoy, 1988. Actualmente se puede encontrar en librerías, editado por una muy buena editorial, Siruela. Dicho esto, lo primero que debo hacer es hablar sobre este escritor poco conocido en la actualidad y que tiene títulos interesantes como por ejemplo El pobre derrochador, también editado por Siruela.

Ernst Weiss fue un escritor alemán, nacido en Brünn, Moravia. Estudió Medicina en Viena y Praga, donde conoció y construyó una amistad con otro de los grandes de la literatura, Franz Kafka. Tampoco podemos olvidar su amistad con Stefan Zweig, con el que mantuvo abundante correspondencia en relación a la novela que da título a esta entrada del blog. En Berlín Weiss ejerció como cirujano y más tarde como médico militar durante la Primera Guerra Mundial, en Hungría y Polonia. Finalmente se trasladó a partir de 1920 de nuevo en Berlín, para dedicarse totalmente a escribir. Destacamos Franziska (1916), El aristocrático (1928), Jarmila: una historia de amor de Bohemia (1938) y El testigo ocular (póstumo). Tras el suceso del Reichstag (el incendio que fue falsamente achacado a los comunistas), Weiss abandonó Alemania, huyendo del nazismo. Hizo escala en Praga y acabó en París (1934). Sin embargo, el 15 de junio de 1940, Weiss se suicidó horas después de la entrada en París de las tropas alemanas.

El testigo ocular se publicó de forma póstuma en 1963, es decir, unos cuantos años después de su suicidio, y gracias a la pequeña editorial alemana Kreisselmeier. En aquel momento, muchos especialistas del mundo de las letras llegaron a comparar la pluma de Weiss con la de Kafka, y con razón. Ernst Weiss hizo un magistral trabajo en esta obra, mezclando perfectamente la realidad cotidiana de un personaje con su contexto histórico, y menudo contexto. Además, el uso económico del lenguaje hace que uno acabe inmerso de lleno en la historia y no pierda el hilo en florituras que no vienen a cuento. Weiss va al grano y punto.

Y no fue nada fácil, pues el escritor se atrevió con Adolf Hitler (que en la obra aparece como A. H.), quien aparece como punto clave de la novela, dando sentido al título. Decir que en su momento hubo algún que otro problema con el título de la obra, pues también apareció como Yo, el testigo ocular tras perder la editorial un pleito.

Lo cierto, y esto lo sabemos gracias a la correspondencia con Stefan Zweig, Weiss escribió esta novela rápidamente y para un concurso de la American Guild for German Cultural Freedom. Aún así Weiss redactó una nueva versión y que envió a una editorial en julio de 1939, con el título El Kaiser de los locos. Sin embargo, los ejemplares están extraviados. Lástima, porque este título me gusta más.

El testigo ocular, escrito en primera persona (mi debilidad), trata la vida de un médico pasando por la Primera Guerra Mundial y terminando con la Guerra Civil Española. Éste acaba curando a un hasta entonces desconocido Adolf Hitler, quien combatió en la gran guerra. Así pues, la novela cuenta con un fuerte contenido político, y al mismo tiempo te acabas hundiendo en un mar de dudas y arrepentimiento por parte del médico al ver el resultado. Weiss consigue un choque entre el humanismo del médico y la locura y ansia de poder de Hitler.