—Tomáš —pregunté—, ¿por qué de todas las casas has ido a elegir mi buhardilla? Me has entendido mal. Te hablé de alegría y felicidad, pero en ningún caso en este cubículo. Aquí no hay siquiera ratones, hay goteras en las paredes. No hay un lar, únicamente una estufilla agrietada que no da calor. Tampoco vas a encontrar alimento. Tan solo podría compartir contigo sucedáneos y café solo preparado con bellotas molidas.
|