Un libro extraño y melancólico, lleno de culpa y de tristeza. Tristeza por los que se han ido y por los que se quedan en este mundo sin poder vivir del todo. La forma de narrar me ha parecido diferente y refrescante. Me ha mantenido despierta y con ganas de seguir leyendo. Esta es la historia de dos amigos atrapados en Otaberra y de la cruel adolescencia con la que tienen que lidiar. Es una historia que habla de muchas cosas de una manera triste y bella a la vez: de la amistad, las apariencias, el bullying, el estigma de lo diferente, de la muerte, de los recuerdos, de las fotografías que cuentan historias, de las mismas fotografías que guardan historias indescifrables si no eres uno de los protagonistas de la imagen, de la desdicha y sobre todo de la culpa. Me ha encantado, me ha maravillado que en solo 186 páginas haya tanto contenido. |