Otaberra es un pueblo que no existe, pero que existe a la vez. Otaberra es ese lugar en donde no se puede ser, donde nos sentimos oprimidos. Otaberra es el lugar que repudia al diferente y le condena a caminar por el filo de la vida. Donde no hay margen para ser distinto. Ese espacio en el que donde se reprime al diferente, que es ridiculizado y silenciado. Sin duda una gran calidad literaria. La novela es bella ya solo por la forma en la que está escrita. Está cargada de simbolismo y de descripciones que te hacen sentir esa presión por encajar en el molde social establecido. Una historia que profundiza en aspectos sociales tremendamente controvertidos, especialmente en 1989, como la homosexualidad y la homofobia, o la salud mental y el trauma. Y sobre cómo el pasado influye en el presente y define quiénes somos. No es una novela ligera, es densa. Una historia que causa un profundo desasosiego, con toques más livianos y cómicos, pero, en definitiva, no es una novela sencilla. Hay que prestarle atención para captar todos los matices y simbolismos. Una estructura que a veces me ha resultado compleja, incluso en ocasiones caótica. Utiliza varias voces, varios espacios y varios lugares, todo a la vez, para crear un relato con múltiples aristas y diversos prismas. |