Soy una persona poco recomendable, de esas con las que tus niños no deberían jugar: me encantan los secretos, se me da mal amoldarme a los demás (nunca intentaré que otros se amolden a mí), soy arisca y poco cariñosa (mi carácter se asemeja más al que debería tener un buen hijo y no una buena hija), y siempre antepondré las humanidades al imperio de las ciencias. Leo más de lo que debo, no sé tocar un instrumento, pero escucho música a todas horas (fuera o dentro de mi cabeza), y no guardo los buenos vinos para ocasiones especiales. Una vez dicho esto, todo esto, os recomiendo que conozcáis a una familia a punto de explotar por culpa de unos mejillones y un padre que no llega a cenar a la hora que debería. Ha sido genial ser testigo de ese (necesario) acto de rebeldía en un momento en el que no eran nada habituales, cuando -incluso en las familias- había personas de primera y personas de segunda, destinadas a buscar infructuosamente las condiciones suficientes para una vida familiar plena. |