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Con esta historia queda claro que, si hay un sentido primordial y que jamás engaña, ese es el sentido del olfato. No deja de ser humorísticamente irónico que, el protagonista, buscando el olor perfecto, aquel que llegue a doblegar el comportamiento humano, llega a ser uno de los mejores perfumistas de Parñis y que careza totalmente de él. Un asesino cuya obsesión por alcanzar ese perfume que someta a la humanidad entera, asesina a las personas, mujeres jóvenes, con objeto de robar ese olor personal y crear esa fragancia. Un asesino cruel, sociópata, puesto que en ningún momento muestra remordimiento alguno ni ningún tipo de sentimiento. Es una historia atroz, bellamente descrita que incluso, en algunos momentos, llega a conseguir que empaticemos con el asesino. O almenos, que entendamos sus circunstancias.
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