La Rambla paralela

Dios no existe, ni el cielo, ni el infierno. Sólo tenía esa oportunidad para recuperar a la abuela. Era la última. Si se cortaba la comunicación, se iban a perder los dos, para siempre, en el vacío.
Y ¡clic! Se cortó. En la angustiosa irrealidad del sueño la arritmia tomó entonces el control del corazón.

[...] Para él, y desde hacía mucho, el sueño sin sueños era lo único tolerable de la existencia.
-El que duerme más vive menos, pero el que muere descansa.
Lo que sí quería era soñar para no volver a la pesadilla de sí mismo.

Que los pobres reproduciéndose como conejos, los políticos robando como enajenados y el papa mintiendo como político. El camino más trillado dándoselas de original, la rapacidad travestida de desprendimiento. Y la impunidad, la coima, la desvergüenza... La desviación de todos los principios y el abandono de todos los valores.

[...] Y es que la luz no se ve, lo que se ve es lo que la luz ilumina: esos ríos tan grandes y esas montañas tan altas.
-¡Cuáles ríos! Los ríos de Colombia se secaron y sus peces se murieron. Hoy el Cauca y el Magdalena son una miserables cloacas.

¡Bobito! ¡Cuánto hace que se acabó la justicia en este mundo! Hoy la que manda aquí es la impunidad, Nuestra Señora la Impunidad que los cobija a todos: alcaldes, presidentes, jueces, ujieres, testigos, papas. Mienten y calumnian, compran y se venden, hacen y deshacen. Y en sus horas libres, para que los vean, canonizan y canonizan y canonizan a diestra y siniestra [...]

[...] ¡Perjuros, prevaricadores, asesinos, ladrones! ¡Protagónicos! Bendita seas santa impunidad, que eres el motor del mundo. Si ti hoy por hoy se paralizaría esto, visto que todos somos culpables.
-Todos no. Somos no. Yo no. Los muertos ya hemos quedado lavados de toda culpa.