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Crítica de Babel


Babel
20 May 2018
De vez en cuando, me pica el gusanillo de Sherlock Holmes y tengo ganas de ahondar en la psique humana. Desde enero, fecha en que leí Reino de fieras, incluso me han aumentado las ganas. Por eso me he lanzado a leer EL HOMBRE DE TIZA, de C.J. Tudor. El prólogo establece un patrón que se repetirá a lo largo de la novela: delicado y brutal. Entre las situaciones cotidianas y la sensación de normalidad, surge repentinamente una simple frase que acuchilla la realidad con un dato que lo altera todo y le da la vuelta con horrenda irreversibilidad.

El protagonista es un chaval de 12 años que forma parte de ese legendario tópico de la panda de cuatro amigos, quienes acaban guardando secretos oscuros en su edad adulta sobre esos felices años que culminaron en crimen y culpabilidad innombrable. Es una premisa recurrente en novela negra, inmortalizada por IT y resucitada en la serie Stranger Things.

En cuanto a la estructura de la novela, me ha llamado la atención que esté dividida en capítulos que se alternan entre la infancia de Ed y su vida adulta. Esta técnica incrementa la carga de misterio y el impacto de las revelaciones más onerosas debido a que nos mantiene en la ignorancia, ni siquiera se conoce la identidad del cadáver, durante buena parte de la lectura. A medida que conocemos las andanzas de Ed con su pandilla, también se desarrollan sus circunstancias actuales manchadas por las consecuencias de aquellos sucesos que, sin embargo, volverán a hacer acto de presencia en un eco siniestro.

Desde el desasosegante prólogo, sabemos que ha muerto alguien. A pesar de este dato, la trama se desenvuelve en un marco engañosamente cotidiano en el que el “gran cadáver” brilla por su ausencia. En el trayecto hasta el descubrimiento final, parece que no pasa nada. PARECE. Anderbury será un pueblo pequeño, pero ha ocurrido un buen puñado de sucesos turbios. Rivalidades infantiles, acosadores, escándalos, palizas, tragedias inútiles y tristes, crímenes… y muchos eventos diseminados en pequeñas porciones que finalmente se enredan para crear un cuadro perturbador.

Casi como si de una piedra inocua en el camino se tratara, al tropezar con ella se destapa un amasijo de gusanos y podredumbre. Uno de los aspectos que más me atrae del suspense psicológico es que te pone en contacto con todos los años que has vivido en la Tierra. Te obliga a un recorrido incómodo pero catártico por los recovecos del proceso de madurez, pasando de la inocencia al cansancio dolorido del a experiencia. Ed se nos muestra en todas sus etapas: la niñez que oculta acciones a veces libres de malicia, pero desencadenantes de ondas más trascendentes de lo que se puede prever jamás. Y ahí es cuando llegamos a un enfermizo y siniestro desenlace. La culpabilidad y la expiación juegan un papel importante en la trama, la cual me ha mantenido en vilo constantemente hasta el clímax en que el que quizás Ed llegue a ser un héroe a su pesar, sin que eso dote a la historia de alivio alguno porque las verdades que se desvelan son como el juego del ahorcado: básicas, pero mortales.
Enlace: http://torretadebabel.blogsp..
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